lunes, 16 de octubre de 2017

Lo unico en lo que pensaban era en libertad.

El 26 de diciembre de 1991 llegó a su final la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
Gorbachov no se proponía disolver la Unión Soviética ni poner fin al dominio del Partido Comunista, ni tampoco cambiar el régimen de manera radical. Más bien, soñaba con modernizar de modo prudente la economía y la sociedad soviética, sin socavar sus estructuras básicas. “Pero los procesos que puso en marcha condujeron de manera inevitable al hundimiento total del sistema soviético. Cinco años antes del movimiento tectónico, empezaron a
Gorbachov
notarse sutiles temblores subterráneos. Gorbachov había enseñado la zanahoria de un posible cambio, y la gente empezó a hablar del cambio como si fuera posible”, cuenta la escritora y periodista Masha Gessen

“La gente de nuestra generación solo veía ante sí un callejón sin salida, si no escapabas, te enfrentabas a la degradación”, dirá Yelena Zelinskaya. “Ya no podíamos respirar entre tantas mentiras, tanta hipocresía y tanta estupidez. No teníamos miedo. Y en cuanto pareció que se abrían paso los primeros rayos de luz, en cuanto se permitió que la gente que había tenido las manos atadas pudiera mover al menos unos pocos dedos, esta empezó a moverse.
La gente no pensaba en dinero ni en mejorar su nivel de vida; lo único en lo que pensaban era en libertad. Libertad para vivir su vida privada como quisieran, libertad para viajar y ver mundo. Libertad de la hipocresía y libertad para no oír la hipocresía; libertad para no ser calumniado, libertad para no sentirte avergonzado de tus padres, libertad de las viscosas mentiras en las que todos estábamos sumergidos como si fueran melaza”.

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