domingo, 1 de octubre de 2017

El nazismo pretendía como el comunismo conseguir la felicidad de aquellos a quienes se dirigía.

El nazismo, como el comunismo, jamás ha dicho estar del lado del mal. Han dicho estar del lado de ideas que podemos juzgar como falsas. Pero no podemos actuar como si el juicio que el nazismo formulaba sobre sí mismo correspondiera al juicio que nosotros formulamos sobre él. De lo contrario, también podríamos decir que el comunismo no estaba del lado del bien, sino del lado del mal, en proporción con el horror que sus ideas puedan inspirarnos. En este sentido, el razonamiento que opone la “doctrina de odio” del nazismo al “ideal de emancipación humana” del comunismo resulta perfectamente sesgado. Es tanto como oponer una definición del comunismo proporcionada por sus partidarios a una definición del nazismo proporcionada por sus adversarios. En tales condiciones, no es difícil hacer que el primero aparezca como un mal menor. 

Alain de Benoist
El nazismo no pretendía menos que el comunismo conseguir la felicidad de aquellos a quienes se dirigía. Sostener lo contrario, como Daniel Lindenberg cuando escribe que los nazis “obtuvieron numerosas adhesiones sobre la base de su elogio de la matanza”, conduce a hacer inexplicable el apoyo que encontró en las masas. Dice Alain de Benoist que plantear que un sistema político puede suscitar el entusiasmo presentándose abiertamente como portador de una doctrina de odio implica considerar a sus partidarios como locos, criminales, enfermos o pervertidos. Y entonces habría que explicar cómo es posible que un pueblo entero se vuelva loco. Si lo es por naturaleza, ¿qué idea tendríamos que hacernos de la naturaleza humana? Si lo es por accidente, ¿cómo se ha vuelto loco, o cuándo deja de estarlo? 


Nazismo y comunismo han seducido a las masas mediante ideales diferentes, pero que podían parecer igualmente atractivos. Todo el problema viene de lo que la realización de tales ideales implicaba; la erradicación de una parte de la humanidad. Desde este punto de vista, resulta muy dudosa la distinción entre el exterminio como medio de realizar un objetivo político y el exterminio como fin en sí. Ningún régimen ha considerado jamás como un fin en sí las matanzas a las que haya podido entregarse. Stéphane Courtois caracteriza el “genocidio de raza” y el “genocidio de clase” como dos subcategorías del “crimen contra la humanidad”.

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