lunes, 16 de octubre de 2017

La experiencia laboral de Amancio Ortega fue decisiva a la hora de desarrollar Zara.

Según Gustavo Mata Fernández-Balbuena, ingeniero industrial superior por la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de la Universidad Politécnica de Madrid y consultor de Estrategia y Análisis de Organizaciones, que ha estudiado el desarrollo textil de Zara en Galicia y en el resto del mundo, la primera experiencia de Amancio fue decisiva: En mi opinión, una de las cosas que debería agradecerle es haber tenido la oportunidad de
empezar su vida laboral en una elegante camisería a medida de A Coruña: la camisería Gala. Ahí está una de las claves, tal vez la más importante de todas, de su éxito. ¿Cómo funciona una camisería a medida?: el camisero tiene almacenadas y exhibidas un variado surtido de telas para confeccionar las camisas; cuando el cliente llega, escoge la tela y determina los detalles: cómo quiere puños y cuello, y si quiere o no bolsillo o sus iniciales bordadas en el pecho; entonces, el camisero toma las medidas y le pregunta al cliente: “¿Cuándo quiere el señor recoger la camisa? ¿Tal vez prefiera el señor que se la enviemos a casa, a partir de mañana?”; cuando el cliente se va, se corta la tela de la camisa y se manda a una camisera subcontratada para que la confeccione; al día siguiente, la camisa terminada está en la camisería; entonces se revisa, se empaqueta y se entrega al cliente. Amancio Ortega observó cómo se confeccionaban y vendían las prendas, y empezó a asimilar las futuras bases del negocio de Zara, confeccionar camisas
para clientes sin generar stock y atender a las peticiones directas de la demanda. Cuando fundó Zara tenía muy claro lo sencillo que sería salir del dilema en el que estaba atrapado el comercio de la moda, bastaba hacer lo que se hacía en cualquier camisería a medida, pero a gran escala; así de simple.
tejidos para camisas
Según explica el profesor Gustavo Mata Fernández-Balbuena, Amancio Ortega fue capaz de ver lo que nadie había visto hasta entonces, teniendo integrado en el negocio comercial el diseño y el corte de las prendas, como en la camisería, y teniendo almacenados los tejidos, también como en la camisería, se podía subcontratar la confección a talleres de respuesta muy rápida y flexible, porque a su vez subcontrataban con autónomos una parte importante del trabajo, y solo hacía falta supervisar muy bien la calidad de lo confeccionado; otra vez, como en la camisería. Así, ya no era necesario decidir todo el surtido al principio de la temporada; se podían tomar las decisiones sobre el surtido cada semana; no una vez en la temporada, sino muchas más; además, ya no se trataba de escoger entre lo que presentaban los confeccionistas, sino de decidir por sí mismos qué se iba a ofrecer en la tienda, decidir absolutamente todo sobre el surtido y su adaptación permanente a los gustos de la clientela.

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