miércoles, 4 de octubre de 2017

La extraña historia de una teoría científica.

Lyssenko
Un raro ejemplo de longevidad de una estafa científica fue, en la Unión Soviética, el de la teoría biológica de Lyssenko, que se impuso desde 1935 hasta 1964. Más exactamente, fue impuesta por un Estado totalitario a todo un país como doctrina oficial. El lyssenkismo no gozó jamás del menor crédito en los medios científicos internacionales. Lyssenko, que rechazaba la teoría cromosómica, negaba la existencia de los genes y condenaba la “desviación fascista y trotskista-bukharinista de la genético”, debió la hegemonía local de su biología delirante, menos a su habilidad como impostor que a la voluntad política de Stalin y de Jruschov. 



Fue un éxito excepcional de la mentira. Durante treinta años, una inmensa población, privada de toda información científica externa, fue obligada a vivir el sueño de un iluminado sostenido por un Estado totalitario. Los auténticos biólogos fueron perseguidos, encarcelados, deportados, fusilados; los manuales escolares, las enciclopedias, los cursos universitarios, expurgados de toda referencia a la ciencia verdadera, reputada “ciencia burguesa” y opuesta a la “ciencia proletaria”. El sublime desinterés de esta mentira
intelectual fue atestiguado, además, por los efectos desastrosos del lyssenkismo sobre la agricultura soviética. La “agrobiología” de Lyssenko, decretada agronomía de Estado, profesaba la inutilidad de los abonos, prohibía las hibridaciones, puesto que era notorio, según la doctrina, que una especie se transformaba por sí misma en otra, sin cruces; el centeno en trigo, la col en nabo, el pino en abeto, y recíprocamente. Se prescribía a los campesinos el “trigo hendido de los faraones”, lo que hizo bajar a la mitad los rendimientos, ya fuertemente disminuidos por la colectivización forzosa de las tierras, que lo había precedido. La tragicomedia lyssenkiana nos cuenta la extraña historia, difícil de creer en nuestro siglo, de una teoría científica impuesta a un país por un Estado totalitario.

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