lunes, 9 de octubre de 2017

Desarrollo humano.

Si me encuentro con un tigre hambriento, es bastante probable que el tigre decida atacarme y devorarme, porque su instinto prevalece en sus procesos mentales. Si un ser humano, en cambio, tiene hambre, ciertamente deseará comer, pero será capaz de esperar, ya sea pensando en que está a dieta o por cualquier otra motivación que lo impulse a no satisfacer su impulso instintivo inmediatamente. Así, en el lenguaje, el hombre puede pensar qué quiere decir y cómo quiere decirlo; puede escoger las palabras y construcciones entre un número altísimo de posibilidades. Dice Stefano Versace que esto tiene una importante implicación, parece sugerir que el modo en el que el lenguaje se relaciona e interactúa con nuestros procesos instintivos es más parecido al funcionamiento de los órganos biológicos que a un arte o a una práctica. Esto explica y aclara por qué los modelos basados en máquinas automáticas han fracasado reiteradamente en el intento de reproducir las complejas posibilidades estructurales y expresivas del lenguaje, y lleva directamente a la siguiente hipótesis, el lenguaje es un órgano biológico, propio del ser humano, ubicado en el cerebro.

El desarrollo humano madura paralelamente al de la facultad que llamamos cognitiva, que se refiere a nuestras estructuras mentales. Esta facultad cognitiva conduce a la construcción de una representación real desde un punto de vista psicológico e incluso tal vez neuronal, gracias a la cual podemos crear un conjunto de posibilidades infinito (el de la
Humboldt
capacidad expresiva ilimitada de un hablante adulto) a partir de un conjunto de estímulos infinitos (el de las oraciones a las que hemos sido expuestos de niños). En palabras de Chomsky, Humboldt es el primer pensador en desarrollar la idea de la facultad del lenguaje en el ser humano como máquina generativa que multiplica las entradas (input) lingüísticas según reglas y constantes estructurales.

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