lunes, 3 de abril de 2017

El historiador y el pasado.


El pasado ha sucedido. Ya ha transcurrido y sólo puede ser recuperado, si bien no como un acontecimiento real, por los historiadores que se sirven de diferentes medios de comunicación, como libros, documentales, etc. El pasado se nos ha escapado y la historia no es más que lo que los historiadores hacen de él cuando se ponen a trabajar.La historia es, literalmente, lo que se encuentra en las estanterías de las bibliotecas y de otros lugares.

En primer lugar (y lo que a continuación sigue esta extraído de los argumentos de la obra de Lowenthal, El pasado es un lugar extraño), ningún historiador puede abarcar ni recobrar la totalidad de los acontecimientos del pasado porque su contenido es prácticamente ilimitado. No se puede volver a contar más que una parte de lo que ha ocurrido y ningún relato de ningún historiador se corresponde jamás de forma exacta con el pasado: la inconmensurabilidad del pasado imposibilita la historia total. La mayoría de la información sobre el pasado nunca ha quedado registrada; casi todo se ha desvanecido. En segundo lugar, ningún relato puede recobrar el pasado tal y como fue porque el pasado no fue un relato sino que se compone de acontecimientos, situaciones, etc.

Historiador.
A diferencia de la memoria personal, la historia se confía a los ojos y a la voz de otro, argumenta el profesor Jenkins; vemos a través de un intérprete que se encuentra entre los acontecimientos del pasado y las lecturas que hacemos de ellos. Como afirma Lowenthal, la historia escrita disminuye en la práctica la lógica libertad del historiador para escribir cualquier cosa que se le ocurra, ya que permite que el lector acceda a sus fuentes; ahora bien, el punto de vista y las preferencias del historiador continúan afectando a la elección de los materiales históricos, al tiempo que nuestras propias construcciones personales determinan lo que hacemos con ellos. El pasado que conocemos depende siempre de nuestros propios puntos de vista, de nuestro propio presente. Al igual que nosotros mismos somos productos del pasado, también el pasado conocido (la historia) es un artefacto producido por nosotros.

“Somos modernos y nuestras palabras y pensamientos no pueden ser más que modernos,señalaba Maitland. Es demasiado tarde para que pretendamos ser antiguos ingleses”. Por lo tanto, el poder de modelación de las palabras con las que imaginamos e interpretamos no tiene
Jlébnikov
casi límites. “Mirad, dice el poeta Jlébnikov en sus Decretos al planeta, el sol obedece mi sintaxis”. “Mirad, dice el historiador, el pasado obedece mi interpretación”. Aunque todo esto nos pueda parecer un tanto poético, sólo quiere decir que las fuentes son, por un lado, límites a la completa libertad del historiador y, por otro y al mismo tiempo, son obstáculos que no llegan a clausurar del todo la posibilidad de infinitas interpretaciones.Aunque las fuentes puedan evitar que se afirmen ciertas cosas, ni los acontecimientos ni las fuentes conllevan una única lectura de sí mismos.



En su novela 1984, Orwell escribió que quienes controlan el presente controlan el pasado y quienes controlan el pasado controlan el futuro. Probablemente esto también es válido fuera de la ficción. Las personas en el presente necesitan antecedentes para situarse en él y para legitimar sus formas de vida actuales y futuras.

El pasado se nos ha escapado y la historia no es más que lo que los historiadores hacen de él cuando se ponen a trabajar.

quienes controlan el presente controlan el pasado y quienes controlan el pasado controlan el futuro. 

ni los acontecimientos ni las fuentes conllevan una única lectura 

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