martes, 25 de abril de 2017

El mayor daño a los niños ocurre cuando son testigos de violencia que involucra a ambos padres.

“Treinta años de investigación internacional muestra que las mujeres y hombres son violentos contra el otro casi al mismo rango”, cuenta Halford al Inquirer.
Terrie Moffitt de la Universidad de Duke en los Estados Unidos cuenta que “le hicimos a las mujeres preguntas como ‘¿ha golpeado a su pareja?’, ‘¿ha tirado a su pareja a través de la habitación?’, ‘¿ha usado un cuchillo en su pareja?’. Pensé que estábamos perdiendo nuestro tiempo haciendo esas preguntas, pero ellas dijeron que sí, y dijeron que sí en justo en el mismo número que los chicos lo hicieron”. El trabajo de Moffitt con gente joven era parte del mundialmente reconocido Estudio Longitudinal de Dunedin.
Halford, en unos estudios publicados en 2010-2011, sugiere que tal vez cada año tres cuartos de millón de niños en Australia presencias a ambos padres involucrados en violencia doméstica. Solo un pequeño número ve la violencia severa de la que escuchamos tanto, lo que las feministas llaman “terrorismo íntimo”, donde un perpetrador usa la violencia en combinación con una variedad de otras tácticas coercitivas para tomar control sobre sus parejas; pero como apunta Halford, incluso violencia de pareja menos severa no es trivial.“Los niños que presencian cualquier forma de violencia familiar, incluida la violencia de pareja, sufren altos niveles de problemas de salud mental y son más propensos a ser violentos. La violencia de pareja es también un vaticinador muy fuerte de rompimiento de relaciones, que tiene profundos efectos en los adultos y sus hijos”, dice.El estudio encontró que el mayor daño a los niños ocurre cuando son testigos de violencia que involucra a ambos padres.

Erin Pizzey es la fundadora del primer refugio para mujeres en Gran Bretaña, una mujer alabada alrededor del mundo por su trabajo pionero ayudando a las mujeres a escapar de la violencia. En el camino a Australia, Pizzey viajó a Nueva Zelanda, donde habló sobre el cambio de su perspectiva. Ella había aprendido a través del trato con mujeres violentas en su refugio, que la violencia no era un problema de género y que era importante atacar las complejidades de la violencia para dirigir apropiadamente el problema.

Los niños que presencian cualquier forma de violencia familiar sufren altos niveles de problemas de salud mental

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