sábado, 1 de abril de 2017

El carácter populista.

Revolución de 1905.
Los partidos de carácter populista han existido a lo largo de la historia. No solamente en nuestros días, ya en 1905 la alarma se dispara entre los líderes europeos por la amenaza que veían por las huelgas y turbulencias de la clase obrera revolucionaria.

Nacionalización de las masas. Fascismo
No sólo como reacción a lo que se percibía como una amenaza de los movimientos de izquierdas, sino también para ayudar a los gobiernos con poco o nulo respaldo de las masas a ampliar la base de su apoyo, surgieron contra-movimientos de carácter populista. A menudo fueron patrocinados directa o indirectamente por industriales y terratenientes deseosos de desviar a una oposición potencial basada en criterios de clase hacia canales más fáciles de controlar. Intentaron “nacionalizar” a las masas, inspirar en ellas sentimientos de reafirmación nacionalista, imperialista y racista con la intención de favorecer el statu quo político. Y en cierta medida lo consiguieron. 

Cuenta el profesor Ian Kershaw que el nacionalismo beligerante, el antisemitismo virulento y otras modalidades de racismo se hicieron habituales fuera de la minoría que se veía atraída por las doctrinas del socialismo internacional. La difusión de la educación básica, el aumento de la alfabetización y el bajo coste de los periódicos populares ofrecieron la posibilidad de extender esa influencia. La política de masas se abrió a nuevas formas de movilización tanto por la derecha como por la izquierda. Algunas viejas seguridades empezaron a desmoronarse. La clase dirigente política de las antiguas elites conservadoras y liberales empezó a sentir una nueva inseguridad. Esa movilización de las masas podía plantear una amenaza seria al orden político y social existente, lo que condujo al psicólogo francés Gustave Le Bon a publicar en 1895 un estudio del
Gustave Le Bon.
comportamiento de las masas titulado “Psicología de las masas”. Su teoría de que la racionalidad desaparece cuando el individuo se ve sometido a los impulsos irracionales y emocionales de la multitud fue muy influyente desde que comenzó el nuevo siglo (conoció cuarenta y cinco reimpresiones y se hicieron diecisiete traducciones del libro, que posteriormente se convertiría en lectura obligatoria para los aspirantes a dictadores fascistas). Por toda Europa, los impulsos emocionales que Le Bon consideraba característicos de las masas pudieron ser espoleados facilísimamente mediante los llamamientos al nacionalismo. Las elites dirigentes de Europa no vieron en el nacionalismo algo tan peligroso como el socialismo. Antes de la guerra los peligros que comportaba el fervor nacionalista fueron en realidad susceptibles de ser contenidos. No obstante, constituyeron la raíz de unas fuerzas que acabarían minando y en último término destruyendo el orden establecido. 

La polarización política y la tensión reinante en materia de asuntos exteriores o la implicación en conflictos externos configuraron niveles relativos de retórica nacionalista altisonante, cuenta Kershaw. En España los intentos de
Guerra de Cuba. 1898
construir la unidad del país en torno a las ideas de “regeneración nacional” fracasaron como consecuencia de la desastrosa derrota a manos de Estados Unidos y de la consiguiente pérdida de las colonias en 1898 en el curso de la que en un principio empezó siendo una guerra popular. Todos esos intentos en cualquier caso estaban condenados al fracaso debido a la profunda división interna, regional e ideológica que sufría el país. Pero el afán combativo por forjar una nación renacida a través de la lucha contra los enemigos internos acabaría por conducir a un conflicto catastrófico. En la mayor parte de los países la imaginería de los enemigos, internos y externos, se incorporó a una retórica que empezó a alcanzar nuevas cotas de agresividad. Los medios de comunicación azuzaban unas animosidades,por lo general intensamente xenófobas y a menudo abiertamente racistas, que los gobiernos estaban encantados de fomentar.

En la mayor parte de los países la imaginería de los enemigos, internos y externos, se incorporó a una retórica que empezó a alcanzar nuevas cotas de agresividad.

Los medios de comunicación azuzaban unas animosidades,por lo general intensamente xenófobas y a menudo abiertamente racistas, que los gobiernos estaban encantados de fomentar.

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