domingo, 3 de diciembre de 2023

Hay obligaciones sagradas de las que nadie puede liberarnos

Monseñor Clemens August Graf von Galen “el León de Münster”, sufrió con los nazis arresto domiciliario y no fue llevado a un campo de concentración gracias a que Hitler no quería más mártires entre los católicos, y matar a su obispo habría sido la puntilla para la población de Westfalia contra el III Reich. En su lucha por la justicia y por la paz destacaba de forma especial su oposición frontal a la eutanasia. En su homilía del 3 de agosto de 1941, von Galen afirmaba: “Para la doctrina moral de la Iglesia Católica, hay obligaciones sagradas de las que nadie puede liberarnos porque debemos respetarlas aunque nos cuesten la vida misma. Nunca, bajo ninguna circunstancia, a no ser en estado de guerra o de legítima defensa, ningún hombre tiene derecho a matar a un inocente”. Su voz discordante contra la eutanasia fue escuchada en los órganos centrales del Partido Nacional Socialista alemán y se propuso que fuese colgado y su cuerpo expuesto en la torre de la torre de la catedral. Sin embargo el ministro de propaganda, Goebbels, no quería crear un nuevo mártir. En un primer momento, sus palabras sí tuvieron un eco positivo entre los gobernantes nazis, pues el 24 de agosto, los asesinatos se detuvieron, si bien es verdad que más adelante el programa de eutanasia se reinició en estricto secreto.

En 1939, Hitler facultaba a los médicos a otorgar una “muerte piadosa” a “pacientes considerados incurables según el mejor juicio humano disponible sobre su estado de salud”. La verdad que se ocultaba detrás de esta “orden” no era aliviar el sufrimiento, sino eliminar a todas aquellas personas con alguna discapacidad mental o física con el fin de “limpiar” la raza aria de personas consideradas genéticamente defectuosas que suponían una carga financiera para el Estado y su productividad.
Monseñor Von Galen denunció las violaciones sistemáticas a mujeres y niñas por parte de los soldados soviéticos, las raciones de hambre y los pillajes de los ingleses contra la población civil… Su defensa fue tal que los británicos le quitaron el automóvil e hicieron cuanto pudieron para que no pudiera llegar a las parroquias ni tener contacto con los fieles. Incluso cuando fue nombrado cardenal, todo tipo de problemas se le impusieron para que no viajara a Roma con el Papa. Su sermón del 1 de julio de 1945 contra las atrocidades de los aliados, como en los años del nazismo, también fue secretamente copiado y distribuido por toda la Alemania. Las autoridades británicas le ordenaron renunciar de inmediato, a lo que él, evidentemente, se negó. A su vuelta a la plaza de la catedral de Münster, donde los fieles lo recibieron como cardenal, confirmó que durante todo este tiempo solo se había permitido “luchar por Dios y su reino”. Seis días después, el 22 de marzo de 1946, Clemens August von Galen murió a la edad de 68 años, de una infección en el apéndice.

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