sábado, 18 de junio de 2022

Molino

El molino de agua ya se conocía en la Antigüedad y se hicieron experimentos con él en Roma, pero esta tecnología nunca se desarrolló lo suficiente para que pudiera sustituir la esclavitud humana como fuente de energía. A partir de los siglos X y XI, en Europa se produjeron unos avances tecnológicos que situaron la energía hidráulica en el centro de la vida económica. A finales del siglo XI, y según el censo de la época, había más de 5.600 molinos de agua en 34 condados de Inglaterra. En la misma época, Francia contaba con 20.000 molinos de agua, o un molino por cada 250 habitantes. El impacto económico de esta tecnología fue espectacular. Un molino de agua típico generaba de dos a tres caballos de fuerza y podía hacer el trabajo de diez a veinte personas. En un aumento asombroso de la capacidad energética, la energía generada por los molinos hidráulicos franceses era equivalente a la que podría generar una cuarta parte de la población adulta del reino. Aunque la mayor parte de los primeros molinos de agua fueron financiados y construidos por los terratenientes en los arroyos y ríos que atravesaban sus tierras, muchas ciudades europeas decidieron construir molinos propios para disponer de energía sin depender de los terratenientes. En zonas donde el agua era escasa, poco constante o estaba en manos de los terratenientes, muchos pueblos y ciudades recurrieron a la energía eólica. 

El primer molino de viento europeo se construyó en Yorkshire, Inglaterra, en 1185. Los molinos de viento se extendieron con rapidez por las llanuras de la Europa septentrional. Puesto que el viento sopla en todas partes,no solo en las tierras señoriales, y es gratuito, se podían construir molinos en cualquier lugar. Muchos núcleos de población adoptaron con entusiasmo esta nueva fuente de energía porque era muy accesible y les permitía competir en igualdad de condiciones con los señores locales. Conscientes de que el viento les ofrecía una fuente de energía más democrática, los burgueses de las ciudades llamaban al molino de viento “molino de la plebe”. Mientras que los molinos de agua y de viento se usaban para moler grano, curtir, lavar, accionar los fuelles de fraguas, crear pigmentos para pintar, prensar aceitunas y muchas otras actividades económicas, el uso más importante del molino de agua se daba en la industria del abatanado. Abatanar es el primer paso para convertir lana en tejido. Cuando la lana sale del telar se debe despojar de impurezas, limpiar y apretar batiéndola en agua. Tradicionalmente, esta operación la hacían hombres que pisoteaban la lana en una especie de artesa, pero el molino de agua transformó este proceso y los pies humanos fueron reemplazados por el batán, un conjunto de mazos de madera accionados por el molino. Un batán manejado por una sola persona podía reemplazar a una cuadrilla de abatanadores. El aumento espectacular de la productividad debido al uso del batán hizo que fuera muy rentable dejar de cultivar la tierra y dedicarla a la cría de ganado lanar para la exportación y el intercambio en los mercados. No es de extrañar que algunos historiadores atribuyan al batán una “revolución industrial del siglo XIII”. (Jeremy Rifkin)



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