miércoles, 15 de junio de 2022

Balzac

Balzac

Balzac trabajaba con verdadero frenesí. Ocho, diez, doce, quince libros en un año. Y la mayor parte obras maestras. Sus amigos se extrañaban, sus enemigos acababan por pensar en el milagro. Gavami dice: “En la vida y en los problemas de cada día, Balzac era ignorante y obtuso. Sin embargo, cuando se ponía a trabajar se producía en él un fenómeno singular. Concentrado sobre un punto por una intuición, todas las cosas se hacían claras para él, incluso las más remotas y oscuras”. Y su enemigo Sainte Beuve: “Hay artes secretas y trucos mágicos en ese hombre como los hay en el magnetizador. No pocas mujeres se dejan seducir y atrapar. En otros siglos lo habrían arrestado y juzgado acusándolo de brujería”. El mismo Balzac: “El hecho de que algunos individuos tengan el poder de percibir los misterios y hasta ver concretamente el futuro en el germen de las causas como los investigadores y hombres de ciencia, es el efecto de una facultad posible y reconocida. No hay nada de extraño en eso”. Se podría pensar que Balzac era un improvisador, una pluma fácil y ligera, pero no hay tal. Algunos de los capítulos los escribió hasta catorce y dieciséis veces. En las imprentas sabían que el primer texto desaparecería en la primera corrección de pruebas, el segundo en la segunda y así sucesivamente, hasta obtener el texto definitivo en las pruebas número doce o quince. Es cierto, teniendo en cuenta el volumen total de la obra de Balzac, que había en su capacidad física de trabajo algo prodigioso y sobrenatural.

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