jueves, 29 de octubre de 2020

La figura del último lector

Cuenta Ricardo Piglia en su libro “El último lector” que en toda la novela nunca vemos a don Quijote leer libros de caballería (salvo en la breve y maravillosa escena en la que hojea el falso Quijote de Avellaneda donde se cuentan las aventuras que él nunca ha vivido). Ya ha leído todo y vive lo que ha leído y en un punto se ha convertido en el último lector del género. Hay un anacronismo esencial en don Quijote que define su modo de leer. Y a la vez su vida surge de la distorsión de esa lectura. Es el que llega tarde, el último caballero andante. En la carrera de la filosofía gana el que puede correr más despacio. O aquel que llega último a la meta, escribió Wittgenstein. El último lector responde implícitamente a ese programa. Su lectura siempre es inactual, está siempre en el límite. Claro que el lector de la literatura no es un filósofo, su lentitud es de otro carácter, los signos lo llevan en otra dirección. La linterna de Anna Karenina no es la lámpara de Diógenes. Hay otra claridad, otra oscuridad, se busca el sentido en otra parte. La figura del último lector es múltiple y metafórica. Sus rastros se pierden en la memoria.


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