miércoles, 23 de septiembre de 2020

Se impone la necesidad de recuperar valores que han caído en el olvido




Giovanni Reale escribe que los jóvenes rehuyen los grandes proyectos, presos del demonio de lo inmediato (quisiera tenerlo todo de inmediato o lo más pronto posible). Además, los jóvenes son por lo general más escépticos y pesimistas que en el pasado y, en no pocos casos, son víctimas de la “no cultura” producida por el azote de los nuevos medios de comunicación. Muchos jóvenes, como dice Sartori, se convierten cada vez más en “almas perdidas; están desorientados, anómicos, aburridos, recurren al psicoanálisis, tienen crisis depresivas y, en definitiva, están “enfermos de vacío”. En general, puede muy bien decirse que los hombres y las mujeres de hoy, sobre todo si son jóvenes, ya no saben entender ese sentirse en vilo que es propio del ser humano, el hallarse en esa incertidumbre metafísica que desde Agustín en adelante ha invadido al cristiano. Peter Wust escribe que lo “proprium de la ratio humana es la incertidumbre en la certeza. Sólo gracias a ella el hombre se considera hombre, es decir, ese ser que por principio está destinado a ser un ente metafísico que busca”.


En las relaciones interpersonales, se vuelve cada vez más anónima, a consecuencia del desequilibrio entre un incontrolable progreso tecnológico y económico y la falta de un correspondiente progreso moral del “hombre en cuanto hombre”. Parece evidente en qué sentido y en qué medida se impone la necesidad de recuperar esos valores que han caído en el olvido.

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