sábado, 10 de marzo de 2018

La luna y su influencia en el hombre.

No es tan descabellado que un fabricante de calendarios de la Edad de Piedra eligiera la luna como inspiración. Seductora y encantadora en su dominio plateado del cielo nocturno, la luna parece a primera vista un reloj perfecto por su regularidad fiable. Cada 29 días y medio, aproximadamente, pasa por sus fases, de luna nueva a luna llena y vuelta a empezar, una progresión continua que cualquiera puede ver y trazar. También es relativamente sencillo averiguar que doce ciclos completos de la luna parecen corresponderse más o menos con las estaciones, que es como las sociedades primitivas inventaron la idea del periodo llamado año, cuenta David Ewing Duncan en su libro Historia del calendario.


Casi todas las culturas antiguas adoraban la luna. Los antiguos egipcios llamaban Jonsu a su divinidad lunar, los sumerios Nanna. Las diosas lunares griegas y romanas tenían tres caras. Cuando no se veía era Hécate, en cuarto creciente era Artemis (para los griegos) o Diana (para los romanos), y cuando estaba llena era Selene. Incluso en nuestros días la gente adora la luna, celebrando fiestas, danzas y rituales solemnes cuando es nueva. Los san de África, por ejemplo, recitan una plegaria: «¡Salve, salve, joven luna!» Los esquimales celebran un banquete de pescado y, según cuentan, apagan las lámparas e intercambian a las mujeres. Los musulmanes hacen vigilia durante la luna nueva del Ramadán, el mes sagrado en el que se abstienen de Comer y de practicar la sexualidad durante el día y banquetean por la noche. Hay todo un vocabulario lunar que todavía se basa en el misterio y la majestuosidad de esta extraña esfera que pende del cielo. Así, están los “lunáticos” y los que “tienen lunas”, expresiones que parecen venir de las supersticiones que dicen que dormir a la luz de la luna puede enloquecer a una persona. Todos los idiomas tienen una serie de palabras y expresiones vinculadas con la luna, desde estar en ella, ladrarle o pedirla, hasta irse de luna de miel o quedarse en la de Valencia. Además, tenemos los Claros de luna de Beethoven y Debussy, y aquella imagen de Góngora que evoca los cuernos de Zeus (“media luna las armas de su frente”), disfrazado de toro para raptar a la ninfa Europa.

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