domingo, 18 de marzo de 2018

Balaam.

Balaam y el asno.
Contaba el cardenal Newman que la Sagrada Escritura nos suministra un  profeta, que se comportó como enemigo de Dios. Me refiero al profeta Balaam, dice John Newman. Éste procedió a maldecir al pueblo elegido a pesar de una expresa prohibición del cielo, y lo hizo además por dinero. Murió al final en combate contra los israelitas. Balaam fue en su vida como en su muerte, y como en todas sus acciones. Pero sus palabras fueron en todo momento religiosas, juiciosas e instructivas. Aquí tenemos un hombre que, perdida la gracia, habla tan piadosamente, que a primera vista podría pensarse que había de ser seguido en su discurso y que nuestra alma encontraría con él la salvación. Frecuentemente algunos que, conocidos sólo a través de sus escritos, parecen buenos y generosos, nos desencantan amargamente cuando les conocemos en persona. No reconocemos en el hombre ante nosotros la elocuencia o la sabiduría que tanto nos encendieron. Es un ser vulgar, y quizás insensible, egoísta, tiránico y sensual, cuando en nuestra sencillez esperábamos hallar la encarnación de la pureza y la ternura, o un oráculo de la verdad divina.

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