viernes, 9 de marzo de 2018

La gente que no se aventura mar adentro conoce tan solo la mitad de la vida.

En un articulo sobre The Dénouement of Nihilism, Edward Townsend Booth caracteriza a la generación nacida a finales de los ochenta como enferma de una parálisis de la voluntad o, como él mismo dice, “si aún les queda un resto de iniciativa, emigran a Europa o a las islas de los mares del Sur, o bien se arrastran hasta algún rincón tranquilo de los Estados Unidos, pero la mayoría se queda en el mismo lugar donde cayeron llevando una existencia de muertos vivientes”.

Frente a los continuos obstáculos y dificultades (el viento y
Lewis Mumford
el clima, los impulsos de otros hombres y las costumbres superadas por el tiempo), existen, a grandes rasgos, tres formas en las que un hombre puede reaccionar: salir corriendo, mantener el tipo o atacar, dice Lewis Mumford.

La gente que no se aventura mar adentro paga el precio de no haber sentido nunca el fulgor del peligro y, en el mejor de los casos, conoce tan solo la mitad de la vida. Lo que ese tipo de gente podría llamar vida buena sencillamente no es lo bastante buena. Y añade Mumford que no podemos contentarnos sólo con un segmento de vida, al margen de lo seguros y adaptados a ella que estemos, cuando con un pequeño esfuerzo podríamos trazar el círculo completo.

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