miércoles, 27 de diciembre de 2017

Para no servir a amos debemos servir a las leyes.

El hombre es libre, política y jurídicamente libre, sólo cuando está sometido a la impersonalidad de las reglas generales porque si no vuelve a estar sometido a la voluntad arbitraria de otros hombres, éste es el argumento que marca toda la historia de la libertad. Ya lo sabía Cicerón: legum servi sumus ut liberi esse possimus. Era verdad entonces, y sigue siendo verdad hoy, para no servir a amos debemos servir a las leyes.
Giovanni Sartori


Stalin liquidó a casi todos sus compañeros de promoción revolucionaria. Y desde el principio de los años treinta nadie hubiera osado oponerse si, en hipótesis, lo hubiera hecho ordenando que todos los revolucionarios nacidos en Rusia antes de 1890 deben ser fusilados. El premio Principe de Asturias de Ciencias Sociales Giovanni Sartori se pregunta ¿esta ley hubiera sido aplicable también a él? Sí; como Stalin había nacido en 1879, el principio de la generalidad de la ley la hacía "debida" también para su persona. Lo que hubiera sido un freno más que suficiente tanto para él como para cualquier otro déspota. Para el caso es irrelevante que Stalin hubiera podido violar en su favor el principio de la generalidad de la ley, estableciendo que él era una excepción. El tema sigue siendo que una ley omniinclusiva le habría afectado incluso a él. La ley protege a todos si el que la dicta está sometido a los mismos daños y castigos que su ley impone a los otros. Si no, la ley es sólo una orden que puede ser útil y necesaria para otros objetivos, pero que ya no es un instrumento de libertad en la ley, y que incluso puede convertirse en arbitrio en nombre de la ley.

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