sábado, 23 de diciembre de 2017

El ruso se considera a sí mismo como el pueblo elegido.

Vladimir el Grande
A pesar de su personalidad violenta, empero su comportamiento tirano, el príncipe Vladimir el Grande vislumbró la conveniencia de abrazar el cristianismo. De forma que efectuará una maniobra política destinada a emparentar con la casa imperial griega. Pues su matrimonio con la hermana el emperador cuajará en el año 988 bajo la promesa cumplida de un bautismo colectivo en las aguas del Dniéper. En el fondo, lo que buscaba era el honor que, a los ojos de los súbditos y de los países vecinos, suponía para un príncipe bárbaro de Kiev impregnarse de la gloria de Bizancio. Esta toma de decisión acerca de una Rusia ortodoxa, en lugar de un país de confesión romana, será decisiva en su evolución histórica al margen de Europa occidental.


El ruso se considerará a sí mismo como el pueblo elegido, y, por tanto, el destinado a defender a la religión auténtica, la causa verdadera. La confesión ortodoxa será el arma política a través de la que se desarrollará cierto sentido de identificación nacional.

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