jueves, 31 de mayo de 2018

Los generales de château.

Motines del ejercito francés en 1917.

Lenin dirigiendose a las tropas rusas. 1917
En mayo de 1917, tras el fracaso de algunos planes de ofensiva particularmente duros, casi la mitad de las divisiones del ejército francés depuso las armas, negándose a volver a atacar a los alemanes hasta que sus quejas fuesen atendidas. En octubre de ese año, el ejército ruso, desilusionado por la inutilidad de sus sufrimientos, se limitó a “votar por la paz con los pies”, como dijo Lenin, permitiéndole a este transformar el vacío de poder que resultó de ello en una revolución política. En noviembre, el ejército italiano abandonó definitivamente la lucha a la que Cadorna lo había empujado sin descanso, con consecuencias que casi llevaron a Italia a la derrota. En el ejército alemán hubo una crisis de moral en septiembre de 1918, que llevó a Ludendorff a pedirle al gobierno alemán que negociara la paz. Incluso el ejército británico, como secuela de la retirada de marzo de 1918, sufrió una crisis de moral tan aguda que Haig tuvo que subordinar su mando al de los franceses, como única manera de conseguir refuerzos que sostuvieran su castigado frente. 

Ludendorff 
En el trasfondo de todas estas crisis espirituales, cuenta el historiador Sir John Desmond Patrick Keegan, estaba la rebelión psicológica de los soldados combatientes contra las exigencias del riesgo no compartido. Durante dos, tres, o incluso cuatro años, como en el caso del ejército alemán en septiembre de 1918, las órdenes habían emanado de una fuente invisible que les exigía heroísmo a hombres comunes, en tanto que ella misma no mostraba heroísmo alguno. Justo lo contrario, los generales de château habían llevado una vida de caballeros del campo, yendo en caballos bien domados de sus oficinas a sus residencias bien provistas, manteniendo horarios y comidas regulares, durmiendo todas las noches de campaña entre sábanas limpias, y, tras levantarse, calzándose botas limpias y vistiendo uniformes condecorados con las mayores distinciones de los soberanos aliados. Y mientras tanto, aquellos que se hallaban bajo su disciplina, los oficiales jóvenes y los soldados, se habían movido entre barracones con corrientes de aire y peligrosas trincheras, vistiendo ropas llenas de piojos y alimentándose con raciones pasadas, enterrando a sus amigos en rincones del campo cuando lo permitían las condiciones del frente, y jugando al fútbol en patios de granja para relajarse.

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