jueves, 3 de mayo de 2018

La despersonalización, verdadero suicidio lento, es aún más atroz que el suicidio violento.

Dr. Héctor Pelegrina 
En un artículo sobre los suicidas, el psiquiatra Héctor Pelegrina apuntaba que “cuando se sobrepasa la angustia del terror, aparece el horror. Los tiempos del existencialismo pusieron al descubierto el absurdo de la vida para mucha gente que experimentó con angustia la caducidad de los marcos colectivos de referencia, que previamente habían otorgado sentido a sus propias vidas. Perdieron su vigencia absoluta, se relativizaron, las religiones, las nacionalidades, las clases, las ideologías políticas y hasta la propia cultura, al menos en su textura valorativa”. Por ello surgen hoy, con tanta frecuencia, las adscripciones ciegas a nuevos extremismos, en búsqueda desesperada de la propia identidad. Extremismos dogmáticos de tipo político o de sectas religiosas o de
nacionalismos extremos o surge la “paradójica” necesidad de absolutizar hegemónicamente subculturas marginales. ¿No son estas adscripciones, a dogmatismos que violentan la propia libertad personal, suicidios encubiertos? Esta renuncia por temor a construir la propia vida nos precipita en la consiguiente despersonalización progresiva. La despersonalización, verdadero suicidio lento, es aún más atroz que el suicidio violento y, no lo olvidemos, lo que arroja a la persona a aquél”.

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