viernes, 11 de mayo de 2018

La función más específica del hombre debe identificarse con la actividad del alma.

Aristóteles.
Aristóteles señala tres tipos de bienes: los bienes exteriores, los del cuerpo y los del alma. Estos últimos son los más importantes, porque son los que acercan al hombre a Dios. De ahí que la función más específica del hombre deba identificarse con “la actividad del alma”. Lo cual no significa que haya que menospreciar los bienes exteriores. Los bienes exteriores cuentan porque sin prosperidad, sin belleza, sin riqueza, la actividad del alma no podrá desplegarse ni se verá secundada por una serie de circunstancias exteriores que son imprescindibles.

Actuar de acuerdo con el bien no es fácil, exige mucho esfuerzo, siempre es posible retroceder en la posesión de las virtudes. Hay aspectos de nuestra existencia que no podemos cambiar. No podemos dejar de ser mortales ni dejar de envejecer, pero sí podemos moderar nuestro enfado, ser más generosos, ser más ecuánimes.

Lo bueno y lo bello coinciden en el imaginario griego.
Hace falta educación o aprendizaje para aprender a alegrarse y a entristecerse cuando es debido. Lo bueno y lo bello coinciden en el imaginario griego. La acción virtuosa es buena y, al mismo tiempo, bella, porque el bien no lo sería si no acabara complaciéndonos.

Los hombres se hacen justos practicando la justicia, y moderados, practicando la moderación. Aristóteles refuta la “falacia socrática” que defendía que la virtud es conocimiento. No, la virtud no es sólo teoría, no basta conocer el bien para ser buena persona.
virtuoso

El hombre virtuoso, opina Aristóteles, evita ser cobarde o temerario ante el peligro; evita ser tacaño o excesivamente espléndido en el manejo del dinero; desea los honores debidos, pero no deja de tener pretensiones, pues es ambicioso en la medida adecuada (magnánimo); no es envidioso ni desea el mal a nadie, pero sabe indignarse cuando la situación lo exige. No todas las pasiones o acciones son susceptibles de ser virtuosas o viciosas. Algunas son intrínsecamente malas y no admiten término medio. Por ejemplo, entre las pasiones, “la malignidad, la desvergüenza, la envidia” o, entre las acciones, “el adulterio, el robo y el homicidio”.

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