jueves, 17 de mayo de 2018

Con que facilidad se cambia la mentalidad.

Oyendo hablar del Rey Felipe VI, o mejor dicho, leyendo al que fuera jefe del Estado Mayor de Defensa de esta monarquía en el periodo en que el señor Zapatero era Presidente de Gobierno, uno se da cuenta de los cambios de mentalidad que se produce en la gente y en la sociedad en general.



Un ejemplo histórico de ello lo ilustra la siguiente anécdota. Cuando pasó por Sevilla la comitiva de Fernando VII hacia Cádiz, al entrar por la Puerta de la Macarena a la calle Feria donde estaba el mercado de abastos los vendedores y la gente de a pie que estaba comprando, al ver el lujoso aspecto de los coches de caballos y apercibirse de que era el rey con su familia y el gobierno, empezaron a tirarles desperdicios de las verduras en medio de un ruidoso abucheo. Pasados unos meses, derrotado Riego y triunfante el absolutismo, la misma caravana de coches pasó por el mismo sitio en sentido inverso para regresar a Madrid. Entonces los vendedores, las placeras y la clientela popular, vitoreaban al rey a voz en grito, y los más jóvenes quitaron los caballos al coche real y lo llevaron tirando y empujando como en la más lucida procesión. El ministro Calomarde, que viajaba en el mismo coche que el rey, le dijo: “Majestad, ¿verdad que emociona el ver el entusiasmo y el amor de los súbditos?”. A lo que contestó Fernando VII: “No te fíes, Calomarde, que éstos son los de los tronchos, los mismos de los tronchos”.

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