miércoles, 11 de abril de 2018

Placer.

En nuestro mundo, la gratificación instantánea es algo muy publicitado y que está a nuestro alcance. La televisión y el cine son influencias importantes que acrecientan las expectativas de la gente; presentan de modo gráfico lo que otras personas tienen y pueden hacer mientras viven una vida fácil y divertida. Se describe gráficamente el esplendor de los estilos de vida centrados en el placer, es cierto, pero los resultados naturales de esos estilos de vida casi nunca se presentan con fidelidad. El placer por sí mismo no ofrece ninguna satisfacción profunda o duradera, ni ningún sentido de la realización. La persona centrada en el placer, que siempre acaba aburriéndose con cada uno de los sucesivos niveles de diversión, constantemente reclama más y más. De modo que el nuevo placer, dice Stephen Covey, tiene que ser mayor y mejor, más excitante, con una cima más alta. Una persona en ese estado se vuelve casi enteramente narcisista, e interpreta toda su vida en los términos del placer que le proporciona aquí y ahora. Las capacidades de la persona permanecen adormecidas, el talento no se desarrolla, la mente y el espíritu se aletargan y el corazón sufre insatisfecho.

Placer.
El éxito en sus diversas formas; el ser conocido y elogiado; los placeres ostensibles, como el de ganar dinero o seducir mujeres, o viajar, moviéndose por el mundo de aquí para allá y de arriba abajo como Satán, explicando y experimentando todo lo que la feria de las vanidades tiene para ofrecer. Vistos retrospectivamente, todos estos ejercicios de autosatisfacción parecen pura fantasía, lo que Pascal llamaba “lamer la tierra”.


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