viernes, 27 de abril de 2018

Gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo.

19 de noviembre 1863: Lincoln dice el famoso discurso de Gettysburg, que es un momento fundamental para la historia de los Estados Unidos de 'América
En el discurso pronunciado en Gettysburg en 1863, Lincoln tuvo a bien caracterizar la democracia con un aforismo que parece haber expresado mejor que ningún otro el espíritu del gobierno democrático: “Government of the people, by the people, for the people”. Es sintomático que este aforismo no se deje nunca aprehender con precisión. En castellano, la fórmula de Lincoln se puede expresar como gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo. ¿Queda claro? A primera vista sí, pero sólo a primera vista.

Stalin.
El aforismo de Lincoln es sinónimo de democracia porque fue Lincoln el que lo dijo. Pero pongámoslo, hipotéticamente, en boca de Stalin. ¿Hipótesis absurda? No. Stalin no habría tenido dificultad en suscribirlo, interpretando gobierno del pueblo en el sentido de que el proletariado era el objeto de su gobierno, y que él gobernaba mediante el pueblo en interés del proletariado, para el pueblo. Por lo tanto, la fórmula de Lincoln destaca por su ímpetu estilista, por su carga poética. Pero, decía, el aforismo nunca se deja aprehender con precisión, no estrecha, no concluye.

La cuestión es, aquí, la de fundar la democracia. Y un fundamento de legitimidad no atribuye verdad, atribuye un derecho. El pueblo no tiene siempre razón en el sentido de que nunca se equivoca, sino en el sentido de que tiene el derecho a equivocarse, y que el derecho a equivocarse compete a quien se equivoca por sí solo, en perjuicio propio.


Giovanni Sartori dice que “la democracia se basa en la
competencia entre partidos, de la misma forma que la economía de mercado se basa en la competencia entre productores. Por otra parte, la analogía entre mercado político y mercado económico no se sostiene demasiado bien. La diferencia es que la competencia entre productores económicos está sometida al control de los consumidores, que precisamente consumen, y por lo tanto están en condiciones de apreciar de manera tangible las mercancías que les son ofrecidas. En cambio la competencia entre partidos políticos está sometida a una criba mucho menos eficaz, ya que en este caso los bienes no son muy tangibles ni de consumo inmediato. Añádase que la competencia económica está sujeta a control legal, que el fraude comercial está penado, mientras que el fraude político queda legalmente impune. El comerciante que vende perlas falsas por verdaderas va a la cárcel; el político que vende humo a menudo consigue venderlo de verdad y de todas formas no va a la cárcel. Por lo tanto, la diferencia es que en política la competencia desleal, mentirosa y, precisamente, demagógica queda impune y a menudo resulta rentable para el demagogo. Legalmente no lo podemos impedir, estamos impotentes. El único correctivo consiste en un público que no se deje engañar, o por lo menos que no lo sea masivamente y todo el tiempo”.

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