domingo, 22 de abril de 2018

La verdad no es inculcada, pues está en cada uno.

Antonio Corradini: La verdad velada
Søren Kierkegaard (1813– 1855), que fue un prolífico filósofo y teólogo danés y se le considera el padre del existencialismo, decía que si la verdad ha de aprenderse, tenemos que presuponer que no se halla ahí y que, en cuanto debe aprenderse, se la busca. Topamos con la dificultad hacia la que Sócrates dirigía la atención en el Menón presentándola como una “propuesta guerrera”. A un hombre le resulta imposible buscar lo que sabe y le es igualmente imposible buscar lo que no sabe, porque lo que sabe no puede buscarlo, pues ya lo sabe, y lo que no sabe tampoco puede buscarlo, pues ni siquiera sabe qué debe buscar. Sócrates
Kierkegaard
resuelve la dificultad a través de la idea de que todo aprender y todo buscar es sólo recordar, de tal modo que el ignorante no necesita más que rememorar para llegar a ser consciente de lo que sabe. Así pues, “la verdad” no le es inculcada, pues estaba en él. En ella se concentra realmente el pathos griego que se convierte en una prueba de la inmortalidad del alma.


La felicidad eterna, dice Kierkegaard, me ha sido concedida retrospectivamente a partir de la posesión de la verdad que yo tenía desde el comienzo sin saberlo. Sócrates afirma que sólo desearía preguntar, porque la intención final de todo preguntar es que el propio interrogado posee la verdad y ha de alcanzarla por sí solo.

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