sábado, 7 de abril de 2018

Los hombres que concibieron Auschwitz habían sido educados para leer a Shakespeare y a Goethe.

Gueto de Varsovia.
En el gueto de Varsovia, un niño escribió en su diario: “Tengo hambre, tengo frío; cuando sea mayor quiero ser alemán, y entonces ya no volveré a tener hambre, ni volveré a tener frío”. El extremo último de la barbarie política surgió del meollo de Europa. Dos siglos después de que Voltaire hubiera proclamado su final, la tortura volvió a ser un procedimiento normal de acción política. No es sólo que la difusión general de valores literarios, culturales, no pusiera freno alguno al totalitarismo; sino también que en ciertos casos notables los santos lugares de la enseñanza y del arte
Auschwitz 
humanista acogieron y ayudaron efectivamente al terror nuevo, dice George Steiner. La barbarie prevaleció en la tierra misma del humanismo cristiano, de la cultura renacentista y del racionalismo clásico. Hombres que concibieron y administraron Auschwitz habían sido educados para leer a Shakespeare y a Goethe, y no dejaron de leerlos. Hombres que lloraban con Werther o con Chopin se movían en un infierno material.

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