sábado, 24 de febrero de 2018

Las personas que entran en las sectas.


El ser humano, en cualquier época histórica, aunque mucho más acusado cuando entra en una fase de crisis social profunda, necesita algo inamovible en lo que creer. Algo a lo que subirse para poder navegar a salvo por encima de las miserias cotidianas. Para lograrlo no escatimará esfuerzos. Y si no lo encuentra se decantará hacia los nuevos productos de consumo ideológico/emocional. Cualquier cosa, dice el periodista de investigación Pepe Rodríguez, podrá servir para obtener la anhelada sensación de seguridad; bastará con que, lo hallado, no sea confrontable ni confrontado con la razón. Lo mágico y lo trascendental se elevan a la categoría de realidad primordial en base a que sobrepasan la capacidad de entendimiento humano.

En una entrevista realizada a Sandra Santarelli, antigua adepta y empleada de Dianética (rama de la secta Iglesia de la Cienciología) manifestaba que “por el cargo que yo tenía en Dianética pude ver que las personas que entraban en la secta se pueden dividir en varios grupos. Los marginados, personas que han tenido problemas de drogas y están hechas polvo y los cazan. Otro grupo que está compuesto por gente normal, estudiantes o jóvenes que tienen problemas en su casa. En otro estarían las personas tímidas, con problemas de comunicación, personas introvertidas a las que les gustaría tener un grupo de amigos o les gustaría comunicarse mejor. Y, finalmente, están los que sufren una crisis, que se sienten solos, muchos de ellos divorciados”.

El ser humano necesita algo inamovible en lo que creer.

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