viernes, 2 de febrero de 2018

La decisión de trasladar la embajada americana desde Tel Aviv a Jerusalén no es algo que sucede de la nada.

Jerusalén.
“Si me olvido de ti, Jerusalén, que se paralice mi derecha; que se me pegue la lengua al paladar, si dejo caer tu recuerdo, si no pongo a Jerusalén por encima de toda alegría”, así canta el salmo 137. Es necesario tener en mente las palabras de este himno, para comprender el impacto que ha tenido, sobre la conciencia judía, la decisión de trasladar la embajada americana desde Tel Aviv a Jerusalén, reconociendo a esta última como capital de Israel.

La decisión del presidente Trump se inscribe en una lógica. No es algo que sucede de la nada, por más que haya generado sorpresa y haya dejado en estado de shock a los regímenes árabes. Dos declaraciones solemnes de carácter oficial, cuyo objeto fue Jerusalén, precedieron este reconocimiento. La primera, es una ley adoptada el 30 de julio de 1980 por la Knesset, que anexiona Jerusalén oriental y proclama a Jerusalén como capital del Estado de Israel, siendo ésta “una e indivisible”; la segunda es una ley aprobada por el Congreso de los Estados Unidos en el año 1995, que declara oficialmente a Jerusalén como capital “indivisible” de Israel, y pide el traslado de la embajada estadounidense desde Tel Aviv a Jerusalén.  

Según Tarek Mitri, ex-ministro de Cultura del Líbano, y, paralelamente, responsable de la oficina de relaciones ecuménicas en el Consejo ecuménico de las Iglesias (COE) en Ginebra, “el vice-presidente americano, nacido católico, se convirtió al protestantismo evangélico y pertenece a este movimiento del Partido Republicano que se declara a favor de una cruzada por la tutela de la identidad y de los valores cristianos de América”. “Muy influyente en el seno del Partido republicano, esta derecha cristiana sostiene, generalmente, a Israel”, continúa Mitri, “En el núcleo de este movimiento se hallan los sionistas cristianos y los dispensionalistas que creen que la creación de Israel en 1948 ha sido ‘el signo de todos los signos’ y ‘desde el punto de vista profético, el evento de mayor importancia desde la destrucción del Templo de Salomón, en el año 70 de la era cristiana’. “Dicho movimiento, precisa Mitri, tiene una visión apocalíptica de la historia, y cree sinceramente que la reconstrucción de Israel es un preludio a la segunda venida de Cristo”.

Vice presidente americano Mike Pence.
Mitri manifiesta que la decisión de Donald Trump honra una promesa hecha a este electorado, entre el 30 y el 40% de los electores, formado por cristianos de derecha, conservadores y otros evangélicos.

Si me olvido de ti, Jerusalén, que se paralice mi derecha; que se me pegue la lengua al paladar

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