lunes, 26 de febrero de 2018

La revolución financiera de finales del siglo XVII y principios del XVIII.

Retrato del Cardenal Richelieu (1585-1642),
El Cardenal Richelieu observó en su Testament Politique: “La historia conoce muchos más ejércitos arruinados por la carencia y el desorden que por los esfuerzos de sus enemigos, y yo he sido testigo de que, como todas las empresas que se emprendieron en mis tiempos, fueron deficientes sólo por esta razón”. Este problema del pago y de los suministros afectó a la actuación militar de todas las maneras posibles, un historiador ha demostrado que las campañas asombrosamente móviles de Gustavo Adolfo en Alemania, más que ser dictadas por una planificación estratégico-militar en el sentido expuesto por Clausewitz, reflejaba una sencilla pero apremiante búsqueda de comida y de forraje para sus enormes fuerzas.


Dado que los conflictos eran caros, cada bando necesitaba desesperadamente dinero. Fue esta necesidad lo que constituyó el antecedente de la que ha sido llamada revolución financiera de finales del siglo XVII y principios del XVIII, cuando ciertos Estados europeos occidentales crearon un sistema de Banca y crédito para pagar sus guerras. Fue la escasez crónica de metálico, en particular en los años que precedieron a los descubrimientos, en 1693, de oro en el Brasil portugués. A medida que fue incrementándose el comercio de Europa con Oriente en los siglos XVII y XVIII,
fue aumentando la salida de plata para cubrir los desequilibrios comerciales, lo cual provocó las quejas de los mercaderes y comerciantes de todas partes por la escasez de monedas. Además, el continuo crecimiento del comercio europeo condujo a una creciente regularidad y previsibilidad de establecimientos financieros y, de este modo, al mayor empleo de letras de cambio y de cartas de crédito. En especial en Amsterdam, pero también en Londres, Lyon, Frankfurt y otras ciudades, lo que dio paso a la aparición de multitud de prestamistas, traficantes en mercancías, comerciantes de papel moneda y especuladores en acciones del número creciente de compañías anónimas. Estos individuos y empresas financieras fueron creando una estructura de crédito nacional e internacional para apuntalar la primera economía moderna mundial. Sin embargo, el más fuerte y continuado impulso a la revolución financiera en Europa fue dado por la guerra.

Patinando por los canales de Amsterdam.
El historiador británico Paul Kennedy cuenta que la única manera de que un gobierno pudiera financiar adecuadamente una guerra era la de tomar prestado, vendiendo valores y cargos o, mejor, títulos negociables y a largo plazo, con devengo de intereses a favor de quienes aportaban dinero para el Estado. Si se aseguraba un ingreso de fondos, los funcionarios podían entonces autorizar pagos a los contratistas del ejército, abastecedores, constructores de buques y a los propios servicios armados. En muchos aspectos, este sistema bidireccional de recaudar y gastar simultáneamente grandes cantidades de dinero actuaba como un fuelle, pues fomentaba el desarrollo del capitalismo occidental y de la propia Nación-Estado.

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