sábado, 10 de febrero de 2018

Hitler puso delante de los alemanes unas tentaciones transgresoras que muchos abrazaron con entusiasmo.


Cuenta el historiador Michael Burleigh que Hitler puso delante de los alemanes unas tentaciones transgresoras que muchos abrazaron con entusiasmo. Una propaganda cuidadosamente construida y su propia y apabullante retórica elevaron esta relación a un plano más exaltado, dado que el Führer no hacía nada por contrarrestar la impresión de que él era el redentor o salvador de la raza y la nación, un ser divino por no decir un verdadero dios, como Hirohito en Japón. Algunos alemanes daban fe de los efectos milagrosos de su mirada o sus manos, en tanto que un número considerable de protestantes se mostraban dispuestos a remodelar la imagen de Jesús como la de un ario honorario. La esperanza demostró ser lo último que se pierde cuando Hitler regaló una fotografía suya autografiada a una escuela para ciegos, sin duda ansiosa de recibirla. Aunque el Partido Nazi tenía este componente paramilitar un tanto matón, también atraía a las sobrias clases medias protestantes, que habían experimentado la catástrofe de la inflación y el concomitante desmoronamiento familiar y social a principios de 1920.
Los alemanes menos violentos necesitaban que las cosas se expresaran en términos de restauración moral y religiosa, tras el periodo de indulgencia cultural y sexual de la República, cuando la juventud alemana supuestamente había pecado en masa. La ausencia o la muerte de sus padres en la guerra, así como los excesos artísticos de la capital, habían contribuido de alguna forma a justificar esta acusación.

Los alemanes menos violentos necesitaban que las cosas se expresaran en términos de restauración moral y religiosa

Algunos alemanes daban fe de los efectos milagrosos de su mirada o sus manos

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