jueves, 15 de febrero de 2018

La Santa Sede consideró que los tratados de Versalles y Saint-Germain se inspiraron en sentimientos de venganza.

Château de Saint-Germain-en-Laye. lugar de firma del tratado.
El Tratado de Saint-Germain-en-Laye fue firmado el 10 de Septiembre de 1919 entre las potencias aliadas vencedoras de la Primera Guerra Mundial  y Austria. En este tratado se establecía de modo definitivo el desmembramiento de la antigua monarquía de los Habsburgo, el Imperio Austrohúngaro, y en su lugar quedó reconocida la República de Austria como "estado sucesor", la cual quedó limitada a algunas zonas en las que se hablaba solamente el alemán.

Firma del Tratado de Versalles.
El Tratado de Versalles (1919) fue un tratado de paz firmado por las potencias europeas que puso fin oficialmente a la Primera Guerra Mundial, después de seis meses de negociación, en la ciudad de Paris. El Tratado de Versalles fue firmado como continuación al armisticio de noviembre de 1918, en Compiègne, que había puesto fin a los enfrentamientos. El principal punto del Tratado de Versalles determinaba que Alemania aceptaría todas las responsabilidades por causar la Gran Guerra y fijaba indemnización de guerra para las potencias vencedoras.

La Santa Sede consideró que los tratados de Versalles y Saint-Germain se inspiraban en sentimientos de venganza y compensación más que de justicia, consideración manifestada en varias ocasiones durante los dos años siguientes, sobre todo en la encíclica Pacem Dei munus, del 23 de mayo de 1920. Resultó muy eficaz la ayuda de los organismos vaticanos en favor de los prisioneros y de sus familiares a través de una sorprendente organización internacional que agrupaba a obispos, al servicio diplomático vaticano y a numerosas organizaciones de laicos. Se encargaron de recoger noticias y de ofrecer informaciones sobre prisioneros, combatientes
Benedicto XV.
desaparecidos y dispersos, y sobre los muertos y los heridos, lo que facilitó el intercambio de prisioneros inválidos y la recuperación en Suiza de los enfermos. Se distribuyeron medicinas y alimentos en las regiones más necesitadas, sin tener en cuenta la identidad religiosa o étnica. Aunque los resultados prácticos fueron escasos, Benedicto XV intercedió ante el sultán turco en favor del pueblo armenio, que estaba siendo sistemáticamente aniquilado en uno de los genocidios más escandalosos de la historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario