domingo, 4 de febrero de 2018

La vida humana es un proyecto y, como tal, una autoconstrucción.

El escritor y neurólogo Carlos Castilla del Pino escribe que decir de alguien que es leproso no le define. Y aunque en principio pueda parecer discutible, tampoco definen diagnósticos como paranoia, parafrenia, esquizofrenia, etcétera. Leproso o paranoico no nos explica su santidad o canallería, el que sea un buen padre de familia o adúltero… ¿Qué nos añade a la obra de Kleist, Holderlin, Strindberg o Schuman saber que terminaron su vida tras muchos años de demencia esquizofrénica? ¿O que Federico Nietzsche, Guy de Maupassant o Baudelaire padecieron una demencia sifilítica? ¿O Flaubert o Dostoïevski una epilepsia?

La vida humana es un proyecto y, como tal, una autoconstrucción, en la que los errores son decisivos para interpretar su truncamiento. Ahora bien, todo error es una dislocación del juicio de realidad. Para Miguel de Cervantes el juicio es la facultad mediante la cual es posible evitar el vivir sin que la vida nos destruya en mayor o menor medida, en algún aspecto o en todos. Uno tiene que estar en su sano juicio en el discurrir de su vida, a sabiendas de que tiene que hacérsela. En el Quijote se describe una vida errada y el cómo y el porqué del error. La vida de cada cual es, para Cervantes, una construcción que ha de hacerse, al modo de un escultor que se esculpiese a sí mismo. 


Sancho: “Cada cual es artífice de su ventura. Yo lo he sido de la mía, pero no con la prudencia necesaria, y así me han salido al gallarín [es decir, de modo desorbitado] mis presunciones” (es decir, mis proyectos) (II, 66). Lo dice muy cerca del final, al regreso de su derrota en la playa de Barcelona. Para Cervantes, uno es responsable de ese error porque no ha sido capaz de conocerse a sí mismo ni de controlar las condiciones de sí mismo que le pueden llevar a ese error. Por eso, entre otros consejos, le da a Sancho éste, a modo de base de todos los demás: “Has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que pudo imaginarse”. Castilla del Pino dice que ante todo hay que saber quién se es, cómo se es, qué se quiere ser, qué se puede ser, cuáles son nuestros afanes, nuestras aspiraciones, y si concuerdan con nuestras posibilidades.


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