sábado, 1 de julio de 2017

La ley Yerkes-Dodson.



El fenómeno conocido como la ley Yerkes-Dodson, ha sido observado de varias formas, mucho más allá del mundo de los ratones bailarines y las puertas de diferentes colores. Afecta a las personas además de a los roedores. En su manifestación humana, la ley se describe habitualmente como una curva con silueta de campana que plantea la relación entre el rendimiento de una persona en una tarea difícil con el nivel de estimulación o excitación mental que la persona experimenta. A niveles muy bajos de estimulación, la persona está tan poco comprometida e inspirada que parece moribunda; se generan líneas horizontales. Cuando la estimulación sube, el rendimiento se refuerza, aumentando permanentemente en el lado izquierdo de la curva acampanada hasta que alcanza un pico. Después, a medida que la estimulación sigue intensificándose, el rendimiento cae, descendiendo continuamente a lo largo del lado derecho de la campana. Al alcanzar la estimulación su nivel más intenso, la persona queda esencialmente paralizada por el estrés, lo cual genera de nuevo líneas planas. Al igual que los ratones bailarines, nosotros los humanos aprendemos y actuamos mejor si estamos en la cima de la curva Yerkes-Dodson, o sea, si nos sentimos motivados sin llegar a estar abrumados, dice el escritor norteamericano Nicholas Carr.



A veces los ordenadores tienen éxito al moderar la carga de trabajo de una forma que permite a una persona brillar en su trabajo, dedicando su atención entera a las tareas más acuciantes. En otros casos, la automatización termina reduciendo demasiado la carga de trabajo. El rendimiento del trabajador sufre a medida que se desliza hacia la parte izquierda de la curva Yerkes-Dodson.

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