domingo, 11 de junio de 2017

Amemos a Dios, pero que sea a costa de nuestros brazos.

San Vicente de Paúl
San Vicente de Paúl (1581-1660) fue un sacerdote francés. Es una de las figuras más representativas del catolicismo en la Francia del siglo XVI. Pues bien, este sacerdote decía: “Amemos a Dios, hermanos míos; amemos a Dios, pero que sea a costa de nuestros brazos, que sea con el sudor de nuestro rostro.Hay muchos que, preocupados de tener un aspecto exterior de compostura y el interior lleno de grandes sentimientos de Dios, se detienen en esto, y, cuando se llega a los hechos y se presentan ocasiones de obrar, se quedan cortos. Se muestran satisfechos de su imaginación calenturienta, contentos de
San Vicente de Paúl
los dulces coloquios que tienen con Dios en la oración; hablan casi como los ángeles; pero luego, cuando se trata de trabajar por Dios, de sufrir, de mortificarse, de instruir a los pobres, de ir a buscar a la oveja descarriada, de desear que les falte alguna cosa, de aceptar las enfermedades o cualquier cosa desagradable, ¡ay!, todo se viene abajo y les fallan los ánimos. No nos engañemos. Totum opus nostrum in operatione consistit (Todo lo que tenemos que hacer es trabajar)”.
San Vicente de Paúl


En este siglo, sigue diciendo este santo,  hay muchos que parecen virtuosos y que lo son efectivamente, pero que se inclinan a una vida tranquila y muelle antes que a una devoción esforzado y sólida. La Iglesia es como una gran mies que requiere obreros, pero obreros que trabajen.

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