jueves, 12 de enero de 2017

La guerra en el contexto de la inteligencia.

Guerra de las Malvinas.
En las tres primeras semanas de la contienda entre Argentina y Gran Bretaña (1982)  se registró un equilibrio entre las partes; en ese momento, un golpe de éxito de la inteligencia argentina que les hubiera permitido lanzar un Exocet contra uno de los portaaviones británicos o uno de los grandes barcos que transportaba tropas, el Canberra o el QE2, habría inclinado la balanza a su favor,escribe el historiador militar británico John Keegan. Pero tal como ocurrieron las cosas, sin acceso a la inteligencia de satélites o de señales de Estados Unidos que sí tuvieron los británicos, y con sus propios recursos de inteligencia inadecuados, los argentinos se vieron obligados a llevar a cabo sus operaciones en base a conjeturas y a la suerte; y no fue suficiente con ninguna de las dos. 


La última de las grandes guerras del siglo XX, la del Golfo contra Irak, emprendida por la coalición dirigida por Estados Unidos, se libró en un contexto en que la inteligencia fue mucho más favorable a la fuerza interventora que en la guerra de las Malvinas nueve años antes. La coalición contó no solo con sigint (inteligencia de señales) abundante y continua, sino además con frecuentes sobrevuelos que le permitieron obtener fotografías de alta resolución y gran cantidad de datos electrónicos, así como vigilancia de satélites en todas sus variantes, dice Keegan. Por otro lado, como los iraquíes habían desplegado sus fuerzas más lejos de sus propias fronteras, en territorio kuwaití, la coalición tuvo además acceso a una buena cantidad de datos cartográficos precisos sobre el teatro de operaciones. Los combatientes no se quejaron en absoluto de la cantidad o calidad de información estratégica disponible.

La adquisición de información táctica en tiempo real fue mucho menos satisfactoria. Como en una primera etapa la fuerza aérea iraquí se refugió en Irán, no había necesidad de avisar a tiempo de los ataques aéreos; en cambio se requería aviso sobre el lanzamiento de misiles iraquíes tipo Scud contra las fuerzas de la coalición, sus bases en Arabia Saudita y el territorio de Israel, y, más importante aún, se necesitaba conocer la ubicación de las plataformas de lanzamiento del Scud. El sistema de aviso funcionó bien, por lo que en más de una ocasión se pudieron destruir misiles Scud en pleno vuelo; si bien fue imposible ubicar los lanzamisiles (una variante del Meillerwagen que en 1944-1945 dificultó sobremanera los ataques contra los v-2). Pese a la incursión de numerosos equipos de fuerzas especiales en territorio iraquí, no fue posible encontrar ni destruir ningún lanzamisiles Scud. La capacidad iraquí para ocultar y proteger sus armas más valiosas de la detección por medios de recolección de información internos y externos subyace en la crisis internacional iniciada en 2002.
Sadam Husein
El desafío de Sadam Husein a la autoridad de las Naciones Unidas con su negativa a cooperar con los inspectores de armas de esta organización, según establecía la resolución 1441 del Consejo de Seguridad, ilustra las dificultades que presenta la obtención de información sobre sistemas de armamento moderno, incluso en condiciones de espionaje autorizado. Pese a la presencia en territorio iraquí de un gran número de inspectores, al menos un centenar, con aparente libertad ilimitada de movimiento y acceso, ya en marzo de 2003 su frustración se hizo evidente una y otra vez al no descubrir depósitos de materiales para la guerra química y biológica, como exigía la resolución de la ONU; aunque tenían buenas razones para creer que no habían sido destruidos, sino que permanecían ocultos en diversos lugares. Igualmente infructuosa resultó la búsqueda de componentes de ojivas nucleares, que también se suponía que trataba de construir Sadam.
Dr. Hans Blix
El Dr. Hans Blix, principal inspector de armamentos, se quejaba de que él y su equipo no lograban cumplir su cometido (informar de que Irak había cumplido de forma cabal con las disposiciones de la resolución 1441) porque las autoridades iraquíes les negaban su total cooperación, especialmente la libertad para interrogar en privado a científicos iraquíes cuya participación en el programa de armamentos era conocida.


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