lunes, 7 de marzo de 2016

Vacío existencial.

En la Universidad del Estado de Idaho se examinó a 60 estudiantes que habían intentado quitarse la vida y en un 85% de los casos se concluyó que “la vida no significaba nada para ellos”. De esos datos se desprendía sin duda que, de los estudiantes que padecían este sentimiento de falta de sentido en su vida, un 93% disfrutaba de un estado de salud extraordinario, llevaba una vida social activa, tenía un historial académico inmejorable y mantenía una buena relación con su familia (información de Vann A. Smith).

Si nos preguntamos qué es lo que ha producido y causado este vacío existencial, llegaremos a la siguiente explicación: al contrario que un animal, el hombre no tiene ningún instinto o impulso que le diga lo que debe hacer y, al contrario que en épocas pasadas, hoy ya no quedan tradiciones que guíen sus actos. Ni sabe lo que debe hacer, ni tiene nada que lo guíe, y desconoce completamente lo que de verdad desea. Un hecho sociológico, como la pérdida de las tradiciones, es lo que provoca tanta inseguridad existencial en el hombre de hoy. (Viktor Frankl)


Sólo la persona será realmente persona, y ella será ella misma por completo sólo allí donde se vea absorbida por la entrega a un deber, allí donde se pase a sí misma por alto y se olvide de sí misma al servicio de una cosa o por amor a otra persona. Si no incluimos la autotrascendencia en la imagen que nos hacemos del hombre, no podremos comprender la neurosis colectiva actual. En general, la frustración que experimenta hoy el hombre ya no es sexual sino existencial, y ya no adolece tanto de un sentimiento de inferioridad como de un sentimiento de falta de sentido (Viktor E. Frankl, «The Feeling of Meaninglessness», The American Journal of Psychoanalysis, 32 [1972], pág. 85). Esta sensación de falta de sentido viene acompañada habitualmente de una sensación de vacío, de un «vacío existencial» (Viktor E. Frankl, Pathologie des Zeitgeistes, Viena, Franz Deuticke, 1955). La generalización de la falta de sentido en la vida es un hecho demostrado.


Benedicto XVI dice que  creen que no necesitan a Dios; no lo quieren. Otros, que quizás moralmente son igual de pobres y pecadores, al menos sufren por ello. Esperan en Dios. Saben que necesitan su bondad, aunque no tengan una idea precisa de ella. En su espíritu abierto a la esperanza puede entrar la luz de Dios y, con ella, su paz.

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