lunes, 16 de octubre de 2023

Muchos altos oficiales y jefes militares de la Unión Soviética dejaron a un lado el código bolchevique

Cadáveres de soldados soviéticos tras un combate

Desde 1990, tras una investigación oficial, el número de pérdidas humanas soviéticas durante la Segunda Guerra Mundial ha sido elevado a 26,6 millones, incluidos 8.668.400 individuos de personal uniformado. Pero hasta este número sigue siendo objeto de debate, pues algunos especialistas rusos afirman que no refleja la cifra real de muertos. Vistas las cosas retrospectivamente, la Unión Soviética consiguió una victoria pírrica sobre la Alemania nazi. Las innumerables pérdidas sufridas en el curso de los combates y entre la población civil fueron consecuencia tanto de la invasión y las atrocidades de los nazis como de los métodos de guerra total practicados por las autoridades militares y políticas de la URSS. La sorprendente indiferencia por la vida humana fue una característica de la conducta soviética durante la guerra desde su estallido hasta su finalización. En cambio, el número total de pérdidas humanas que tuvo Estados Unidos en los dos principales escenarios del conflicto, Europa y el Pacífico, no pasó de 293.000.Al igual que con el número de pérdidas humanas, se calcula que los daños materiales fueron ingentes. Más tarde la Unión Soviética cifraría el coste de la guerra en 2,6 billones de rublos.
A diferencia de los soldados norteamericanos, que por lo general encontraron una situación próspera cuando volvieron a su país y se reincorporaron con facilidad a la vida familiar como civiles, a los veteranos de guerra soviéticos les aguardaría a su regreso un sinfín de tragedias de vidas arruinadas, el sufrimiento de los que habían acabado mutilados o lisiados y las vidas rotas de millones de viudas y huérfanos. Había unos dos millones de personas reconocidas oficialmente como inválidas con minusvalías físicas o problemas mentales. Incluso cayeron algunos veteranos aparentemente sanos, víctimas de enfermedades inexplicables; los hospitales estaban abarrotados de pacientes jóvenes. El pueblo soviético ansiaba paz y estabilidad después de la guerra. Una sensación de cansancio de los conflictos bélicos y de los valores militares se adueñó de la sociedad urbana y rural de la URSS. Ya no quedaba nada de aquel patrioterismo y aquel nacionalismo romántico que a finales de los años treinta habían inspirado a la juventud, especialmente a la más culta, tanto a hombres como a mujeres.

Zhúkov (centro) en Berlín en 1945 hablando con militares británicos. 

Para muchos altos oficiales y jefes militares de la Unión Soviética en la Europa ocupada, el imperialismo se convirtió en una cuestión de interés personal. Dejaron a un lado el código bolchevique de modestia y aversión a las propiedades El mariscal Georgi Zhukov transformaría sus casas de Rusia en verdaderos museos llenándolos de costosas piezas de porcelana y pieles, cuadros, terciopelo, oro y seda. Alexander Govolanov, mariscal de las fuerzas aéreas soviéticas, desmanteló la casa de campo de Goebbels para trasladarla a Rusia. El general del SMERSH Ivan Serov se apropió de los tesoros hallados en un escondite, entre los cuales supuestamente figuraba la corona del rey de los belgas. Otros mariscales, generales y jefes de la policía secreta soviéticos tampoco tuvieron reparos en llenar las bodegas de los aviones con cargamentos de lencería, cuberterías y muebles, así como de oro, antigüedades y cuadros que volaron hasta la URSS. Durante los primeros meses de caos en Alemania, los soviéticos, en su mayoría jefes militares y altos funcionarios, enviaron a su país unos cien mil vagones de tren repletos de materiales de construcción diversos y artículos para el hogar. Entre los objetos incautados había sesenta mil pianos, cuatrocientos cincuenta y nueve mil aparatos de radio, ciento ochenta y ocho mil alfombras, casi un millón de piezas de mobiliario, doscientos sesenta y cuatro mil relojes de pared y de pie tipo carillón, seis mil vagones llenos de papel, quinientos ochenta y ocho llenos de vajillas y artículos de porcelana, tres millones trescientos mil pares de zapatos, un millón doscientos mil abrigos, un millón de sombreros y siete millones cien mil prendas de confección entre abrigos, vestidos, camisas y ropa interior. Alemania se convertiría para los soviéticos en un gran centro comercial en el que todo les salía gratis.
 Referencia: Un imperio fallido de Vladislav M. Zubok

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