domingo, 22 de octubre de 2023

Antes de 1914 la Tierra era de todos

"Antes de 1914 la Tierra era de todos. Todo el mundo iba adonde quería y permanecía allí el tiempo que quería. No existían permisos ni autorizaciones; me divierte la sorpresa de los jóvenes cada vez que les cuento que antes de 1914 viajé a la India y a América sin pasaporte y que en realidad jamás en mi vida había visto uno. La gente subía y bajaba de los trenes y de los barcos sin preguntar y sin ser preguntada, no tenía que rellenar ni uno del centenar de papeles que se exigen hoy en día. No existían salvoconductos ni visados ni ninguno de estos fastidios; las mismas fronteras que hoy aduaneros, policías y gendarmes han convertido en una alambrada, a causa de la desconfianza patológica de todos hacia todos, no representaban más que líneas simbólicas que se cruzaban con la misma despreocupación que el meridiano de Greenwich. Antes de la Gran Guerra, Europa era una mezcla de imperios cosmopolitas y de comunidades nacionales sin un territorio concreto. Las fronteras orientales no sólo eran difusas en términos administrativos, sino en los estrictamente nacionales. Los turistas no podían hacerse la foto en la que salen con el pie derecho en un país y el izquierdo en otro porque nadie sabía con tanta precisión dónde empezaban y terminaban las naciones. Los pocos viajeros que rondaban por el mundo lo hacían con despreocupación y sin el temor a ser cuestionados por no haber rellenado bien un impreso o no haberse informado de los trámites migratorios.Podíamos vivir más a lo cosmopolita, el mundo entero se abría ante nosotros. Podíamos viajar sin pasaporte ni permiso adonde nos diera la gana, nadie nos examinaba por razón de ideología, raza, origen o religión”, escribía Stefan Zweig en El mundo de ayer al retratar la Europa anterior a 1914, tan distinta de la de entreguerras, “un mundo de huellas dactilares, visados e informes policiales”.

Hoy una de las pocas políticas europeas eficaces es la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (Frontex), con sede en Varsovia y un presupuesto de doscientos cincuenta millones de euros anuales destinados sólo a coordinar las policías y cuerpos militares encargados de vigilar el Mediterráneo. Porque la agencia no se fundó para fortificar la frontera norte y mantener a raya a los noruegos, sino para plantar castillos en el mar.

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