domingo, 3 de mayo de 2020

Me daba cuenta de que Dios me había guiado con su amor y su gracia




Hans Christian Andersen era hijo de un humilde zapatero.Debe su celebridad a las magníficas colecciones de cuentos de hadas que publicó entre 1835 y 1872. Son creaciones suyas relatos como El patito feo, La sirenita, El soldadito de plomo, El sastrecillo valiente o La reina de las nieves. Durante una estancia en el Reino Unido, Andersen había entablado amistad con Charles Dickens, cuyo poderoso realismo, al parecer, fue uno de los factores que le ayudaron a encontrar el equilibrio entre realidad y fantasía, en un estilo que hallaría su más lograda expresión en su larga serie de cuentos.


Andersen en su libro “El cuento de mi vida” narra que hasta el fracaso de su padre al intentar conseguir un puesto en una finca de los alrededores de Odense se interpreta como algo providencial: “Lloramos los tres y yo pensé que a Dios no le hubiera costado nada atender nuestras súplicas; si lo hubiera hecho, yo habría sido campesino y mi futuro entero distinto del que ha resultado. Muchas veces he pensado luego: ¿será posible que nuestro Señor sacrificara la felicidad de mis padres por mí?”. Y mas adelante añade que “mi cuarto daba sobre la plaza y recuerdo que la primera noche que pasé allí, estando sentado a la ventana mirando abajo, se me vinieron a la cabeza las palabras de Aladino al contemplar la plaza desde su rico palacio: “Por ahí pasaba yo cuando sólo era un niño pobre”. Me daba cuenta de que Dios me había guiado con su amor y su gracia y mi alma entera rebosaba gratitud”.


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