sábado, 2 de mayo de 2020

La realidad soviética



La realidad soviética no se parecía a la imagen ideal creada por moralistas profesionales como Solts en beneficio de la juventud comunista o de los miembros del Komsomol, aunque Solts proclamaba: “Nosotros somos la clase dirigente aquí, en nuestro país, y la vida se construirá conforme a nosotros”, lo que resultó ser horriblemente cierto. Las desigualdades entre los animales de la granja eran tan crecientes e insidiosas como George Orwell las retrataría más tarde.


La jefatura máxima ocupaba apartamentos de altos techos en el Kremlin, donde contaban con una cocina comunal, servicio doméstico y un parque automovilístico repleto de Cadillacs negros importados. Los jefes también compartían imponentes mansiones a unos treinta kilómetros de Moscú, equipadas con biblioteca, salas de billar y, más adelante, un cine. Las vacaciones cada vez eran más largas y más lujosas. Stalin era puritano y tacaño en lo personal, al igual que Hitler contaba con una clientela de artistas y literatos, encabezados por el escritor Maxim Gorki, que fue obsequiado con una mansión art déco en Moscú, una dacha en el campo y regalos en efectivo. Otros potentados también vivían extremadamente bien. El jefe de la OGPU/NKVD Genrikh Yagoda era un conocido sibarita, con una enorme colección de imágenes pornográficas, lencería femenina y vinos franceses, repartidos entre las cuatro casas en las que vivía.




No hay comentarios:

Publicar un comentario