jueves, 5 de marzo de 2020

El gobierno es la esfera principal de la locura porque es allí donde los hombres buscan el poder sobre otros

Thomas Jefferson
El gobierno es la esfera principal de la locura porque es allí donde los hombres buscan el poder sobre otros… tan sólo para perderlo sobre ellos mismos.Thomas Jefferson, quien ocupó más cargos y más elevados que la mayoría de los hombres, fue quien tuvo la visión más sombría. “Cada vez que un hombre mira con codicia” a un cargo, escribió a un amigo, “una podredumbre se inicia en su conducta". Su contemporáneo del otro lado del Atlántico, Adam Smith, se mostró aún más severo. “Y así el cargo… es el fin de la mitad de los esfuerzos de la vida humana; y es la causa de todo el tumulto y el rumor, toda la rapiña y toda la injusticia que la avaricia y la ambición han introducido en este mundo”. Ambos hablan de falla moral, no de competencia.

Un mayor estímulo para la locura es el exceso de poder.
Platón
Tras concebir su maravillosa visión de los reyes filósofos en la República, Platón empezó a sentir dudas y llegó a la conclusión de que las leyes eran la única salvaguardia. Un exceso de poder dado a cualquiera, como una vela demasiado grande para un navío, es peligroso, pensó Platón; se elimina toda moderación. El exceso lleva, por una parte, al desorden y, por la otra, a la injusticia. Ningún alma humana puede resistir la tentación del poder arbitrario, y “no hay nadie que en ciertas circunstancias no sea víctima de la locura, la peor de las enfermedades”. Su reino será socavado y “todo su poder se desvanecerá”. La inercia o estancamiento mental, el hecho de que gobernantes y políticos mantengan intactas las mismas ideas con las que empezaron, es terreno fértil para la locura”.

Los gobernantes justificarán una decisión mala u errónea diciendo que, como el historiador y partidario suyo Schlesinger escribió sobre John Kennedy, “no tenía opción”, pero aunque dos opciones puedan parecer iguales, siempre hay la libertad de hacer un cambio o de desistir de seguir un curso contraproducente si el político tiene el valor moral de ejercerla. No es una criatura víctima de los caprichos de dioses homéricos. Y, sin embargo, reconocer el error, reducir las pérdidas, alterar el rumbo es la opción que más repugna a quienes ejercen el gobierno. Para un gobernante, casi no hay que pensar siquiera en reconocer un error. 

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