domingo, 10 de junio de 2018

Sólo falta un puñado de sal en la masa humana para que ésta no pueda corromperse.

François Mauriac, escritor francés y ganador del premio Nobel de literatura, en su libro Vida de Jesus escribe:

Sólo falta un puñado de sal en la masa humana para que ésta no pueda corromperse. ¡Mas, que la sal no pierda su fuerza! La dicha que Jesús aporta a la tierra y proclama en este primer discurso suyo, la ve amenazada en todo instante. ¿Qué significaba “pureza” para aquellos pobres circuncisos, atentos a sus palabras? ¡Ser puro! En los días de Tiberio, ¡qué postulado más inconcebible! “Oísteis que fue dicho: no adulterarás…” Sí, es la ley universal, universalmente violada, pero cuya enunciación no podía sorprender a nadie. Ahora bien, el Nazareno añadirá a la vieja ordenación vilipendiada un mandamiento nuevo contra el cual, veinte siglos después, el mundo se subleva todavía, burlándose de él e intentando en vano sacudirse de él, sin conseguir arrancarlo de su carne: desde que Jesús hablara, sólo encontrarán a Dios quienes acepten este yugo: “Mas yo os digo que quienquiera que mire a una mujer con codicia, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón”. El crimen queda, por esta sola frase, establecido ya a partir de este acto: la mancilla refluye hacia el interior y se remonta hacia su fuente. Más que ninguna maldición, estas pocas
palabras reducen a polvo la justicia de los fariseos. A partir de ahora, el drama se verificará en nuestro fuero interno, entre nuestro deseo más recóndito y ese Hijo del Hombre que se disimula en lo secreto de los corazones. La virtud de los fariseos, como el vicio de las cortesanas y los publícanos, ya no es más que mera apariencia. Para cada uno de nosotros, el misterio de la salvación se jugará en las tinieblas, que sólo la muerte disipa.

François Mauriac
Hay que abstenerse de juzgar, pero no debemos permitir que se rían de nosotros. Perpetua “puesta al día” a la que se invita al alma cristiana. No debe asombrarnos que, a raíz de este juego, los pobres de espíritu y los de corazón puro lleguen, poco a poco, a adquirir sutileza. No hay ninguna contradicción en el sermón, y, sin embargo, todo se opone al mismo. Es sumamente incómodo ser a la vez una paloma, una serpiente y un lirio. La verdad anunciada en la Montaña tiene más matices que la garganta de un pájaro. No se limita a unos cuantos preceptos rígidos que basta seguir, y entonces todo estaría en regla. Es una vida llena de trabas y peligros, en la que todo debe hacerse con prudencia, pero por amor.

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