domingo, 3 de junio de 2018

La persecución del propio enriquecimiento ha conducido al abandono de cualquier idea de responsabilidad social.

“Con unos valores, prácticas contables y transacciones financieras infinitamente más complejas, observa Seth Taube, abogado experto en litigios comerciales, es mucho más fácil ocultar el fraude”. Clive R. Boddy, antiguo profesor de la Nottingham Business School, lo afirma con rotundidad, y en el Journal of Business Ethics, afirma que son los psicópatas los que se encuentran en el origen de todos los problemas. Los psicópatas, explica Boddy, se aprovechan de “la naturaleza relativamente caótica de las empresas modernas”, incluyendo los “cambios rápidos, las renovaciones constantes”, y la alta rotación de “personal clave”, circunstancias que no solo les permiten abrirse camino mediante una combinación de “carisma personal, extroversión y encanto” hasta las oficinas directivas de las principales instituciones financieras, sino que también vuelven “su conducta invisible” y “hacen que parezcan líderes normales e incluso ideales”. Una vez in situ, según el análisis de Boddy, “son capaces de influir en el clima moral de toda la organización”, y ostentan “un poder considerable”. Concluye Boddy que tienen la culpa de la crisis financiera global, porque su “persecución resuelta de su propio enriquecimiento y engrandecimiento, con exclusión de cualquier otra consideración, ha conducido al abandono del anticuado concepto de nobleza, igualdad, imparcialidad, o a cualquier idea real de responsabilidad social de la empresa”.

El antiguo jefe de las fuerzas armadas británicas, lord
 Lord Dannatt
Dannatt, ha defendido la idea de que algunos reclutas se sometan a una “educación moral” como parte de su entrenamiento básico, tan carentes están muchos de ellos de un sistema de valores básico y esencial. “La gente no ha tenido la misma exposición a los valores tradicionales que las generaciones anteriores”, explica lord Dannatt, “de modo que sentimos que es importante que tengan una base moral”. Llevadlos al ejército, se solía decir de los delincuentes. Ya no. Ahora tienen demasiados.

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