lunes, 11 de junio de 2018

Locura.


Locura.

El médico Jorge Bucay cuenta que su maestro de la salud mental definía la locura de una manera muy particular y provocativa. Estar loco no es, como la gente piensa, un impulso que lo lleva a uno a hacer cosas extrañas. La verdadera locura, decía, es hacer todo el tiempo lo mismo y pretender que el resultado sea diferente. 

Cuenta la leyenda urbana que a un autobús local de un pequeño pueblo subió un día una joven. Pagó su billete y se sentó en el único asiento que quedaba libre, al lado de un señor, elegantemente vestido, que le sonrió acomodándose para hacerle más sitio. Apenas el vehículo se puso en marcha, la joven sacó de su bolso un sobre y volvió a mirar su contenido, un papel de carta con un logotipo azul en una esquina y unas pocas letras escritas a máquina. Luego suspiró ruidosamente y una sonrisa enorme se dibujó en su hermoso rostro. —Buenas noticias… —dijo el señor, sintiéndose un partícipe involuntario. —Oh…, disculpe —dijo
la joven, dándose cuenta de lo que había hecho. —No hay problema, al contrario… ¿Buenas noticias? —Buenísimas… ¡Estoy embarazada! —Cuánto me alegro… Felicidades —dijo el hombre tocándole la mano paternalmente. —Sí, yo también me alegré muchísimo… Hace tiempo que quería este embarazo. Ya llevo cuatro años casada… y cuando no era por una cosa era por otra, nunca conseguíamos que esta prueba diera positiva. —Es increíble cómo se dan las coincidencias —dijo el hombre, sacando de su bolsillo un sobre de correos—. Yo también acabo de recibir una buena noticia. Hace ya dos años que compré un caballo de carreras y, como usted dice, cuando no era por una cosa era por otra, nunca había conseguido ganar un gran premio… Y mire, hace apenas unos minutos, me llegó este telegrama avisándome de que, por primera vez, ganamos una carrera del circuito oficial. —A veces el azar hace cosas maravillosas. ¿No cree? —preguntó la joven. —Sí…, aunque en este caso tuve que ayudar al azar… Voy a contarle un secreto —dijo el hombre bajando la voz y arrimando su mano a la boca como quien quiere esconder sus palabras—. Yo estaba tan deseoso de ganar una carrera… que sin decírselo a nadie decidí cambiar de jinete. —Le voy a contar otro secreto… —dijo ella repitiendo el gesto de él—. Yo también.

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