martes, 21 de febrero de 2017

Una inmigración islámica importante y sostenida producirá países divididos en colectividades cristianas y musulmanas.

Estado Islámico de Iraq y Siria (EIIS) 
En 1991 el analista inglés Barry Buzan veía muchas razones para afirmar que estaba empezando a manifestarse una guerra fría entre Occidente y el islam, en la que Europa estaría en primera línea. Esta circunstancia tiene que ver en parte con la contraposición entre valores laicos y religiosos, en parte con la rivalidad histórica entre la cristiandad y el islam, en parte con los resentimientos por el dominio occidental de la estructuración política poscolonial de Oriente Próximo y Oriente Medio, y en parte con la amargura y humillación de la comparación odiosa entre los
logros de las civilizaciones islámica y occidental en los últimos dos siglos. Además, señaló, una “guerra fría societal con el islam serviría para fortalecer la identidad europea en conjunto en un momento crucial para el proceso de la unión europea”. De ahí que “pueda muy bien haber en Occidente un grupo numeroso dispuesto, no sólo a apoyar una guerra fría societal con el islam, sino a adoptar posturas que la alienten”. 
Bernard Lewis
En 1990, Bernard Lewis analizaba “Las raíces de la ira musulmana”, y concluía: “Actualmente debemos tener claro que nos enfrentamos a una disposición de ánimo y a un movimiento que trascienden en mucho el plano de los problemas y de las medidas y los gobiernos que las adoptan. Es nada menos que un choque de civilizaciones, esa reacción quizá irracional, pero ciertamente histórica, de un antiguo rival contra nuestra herencia judeo-cristiana, y la expansión de ambos por todo el mundo. Es de importancia crucial que, por nuestra parte, eso no nos mueva a una reacción igualmente histórica, pero también igualmente irracional, contra ese rival.” Observaciones parecidas llegaban del mundo islámico. “Hay signos inequívocos, afirmó un importante periodista egipcio, Mohammed Sid-Ahmed, en el año 1994, de un choque cada vez mayor entre la ética occidental judeo-cristiana y el movimiento de renacimiento islámico, que actualmente se extiende del Atlántico, al oeste, hasta China, al este”. Un destacado musulmán indio predijo en 1992: “Está claro que la siguiente confrontación de Occidente va a producirse con el mundo musulmán. Es en la extensión de las naciones islámicas,desde el Magreb a
Paquistán, donde comenzará la lucha por un nuevo orden mundial”.En los años ochenta y noventa, la tendencia general en el islam ha seguido una dirección anti occidental. En parte, ésta es la consecuencia natural del Resurgimiento islámico y la reacción contra lo que se considera occidentoxicación de las sociedades musulmanas. La “reafirmación del islam, sea cual sea su forma sectaria concreta, supone el repudio de la influencia europea y estadounidense en la sociedad, política y moralidad locales”.

Las colectividades musulmanas, sean turcas en Alemania o argelinas en Francia, no se han integrado en las culturas que las acogen y, para preocupación de los europeos, muestran pocos signos de llegar a hacerlo. “Hay un temor creciente en toda Europa,dijo Jean Marie Domenach en 1991, a una colectividad musulmana que atraviese las líneas europeas, una especie de decimotercera nación de la Comunidad Europea”. Pierre Lellouche en 1991: “La historia, la proximidad y la pobreza aseguran que Europa están destinadas a ser arrolladas por gente procedente de las sociedades fracasadas del sur. El pasado de Europa fue blanco y judeo-cristiano. El futuro no”. 
Musulmanes en el Día de Oración en París.
El grado en que los inmigrantes musulmanes y sus hijos quieren ser asimilados no está nada claro. De ahí que sea probable que una inmigración importante y sostenida produzca países divididos en colectividades cristianas y musulmanas.

La historia, la proximidad y la pobreza aseguran que Europa están destinadas a ser arrolladas por gente procedente de las sociedades fracasadas del sur

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