miércoles, 29 de abril de 2020

La Guerra de Sucesión nunca fue una guerra de secesión


Luis XIV junto a sus descendientes
Cuando al nieto de Luis XIV se le ofreció la sucesión al trono de España en 1700, el Rey Sol vio una oportunidad de fortalecer el poder de Francia. En lugar de buscar un compromiso con sus posibles rivales, ocupó rápidamente el sur de los Países Bajos en interés de su nieto y también se aseguró concesiones comerciales exclusivas para los mercaderes franceses en el gran Imperio de España en el hemisferio occidental. Éstas y otras provocaciones alarmaron a los ingleses y a los holandeses lo bastante para hacer que se uniesen a Austria en 1701, en otra lucha de coalición para frenar las ambiciones de Luis, la Guerra de Sucesión española. Los españoles aceptaron a Felipe V, y las potencias borbónicas pudieron actuar juntas en muchos teatros; las finanzas francesas se beneficiaron, de este modo, de la importación de plata española. Sin embargo,los austriacos estaban representando en esta guerra un papel de envergadura. Pero lo más importante era que el Gobierno británico iba a poner en juego sus considerables recursos nacionales, en forma de sustanciosos subsidios a los aliados germánicos, una flota sumamente poderosa y un contingente militar a gran escala bajo Marlborough. La captura de Gibraltar no sólo proporcionó una base a la Royal Navy para controlar la salida del Mediterráneo, sino que dividió las bases franco-españolas y sus flotas. Las naves inglesas permitieron la captura de Menorca y de Cerdeña, cubrieron Saboya y las costas italianas de los ataques franceses y, cuando los aliados pasaron a la ofensiva, abastecieron a los ejércitos imperiales para la invasión de España y apoyaron el asalto de Tolón. Sin embargo, las fragatas británicas eran incapaces de efectuar un bloqueo comercial, pues esto habría significado patrullar por toda la costa franco-española.

Guerra de Sucesión. Asalto a Barcelona
El archiduque Carlos, que había sido candidato de los aliados al trono español, sucedió de forma inesperada al emperador y esto hizo que sus partidarios perdiesen todo entusiasmo por colocarle también en el poder en España. Con la deserción unilateral de Gran Bretaña a primeros de 1712, seguida más tarde de la de los holandeses, incluso el emperador Carlos, tan ansioso de ser Carlos III de España, aceptó la necesidad de la paz después de otro año inútil de campaña.

Los reinos francés y español quedarían separados para siempre, mientras que se reconocía formalmente la sucesión protestante en Gran Bretaña. El Imperio austriaco, después de su fracaso en España, recibió el sur de los Países Bajos y Milán (una nueva manera de poner a raya a Francia), más Nápoles y Cerdeña. Luis XIV había sido final y decisivamente contenido en sus ambiciones dinásticas y territoriales, y la nación francesa había sido castigada por los horribles costes de la guerra,

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