sábado, 11 de abril de 2020

Bisté con patatas


Cuando representé mi primera escena de amor, ha dicho uno de los galanes más famosos de la pantalla, el director me recomendó que adoptara una expresión muy soñadora. Entonces, yo, que, por aquella época, andaba bastante mal de dinero y comía pésimamente en una pensión de Los Ángeles, me puse a pensar en un enorme, tierno y jugoso bisté con patatas, y la escena salió a las mil maravillas. Desde aquel día, el bisté con patatas ha inspirado siempre todos mis papeles románticos y a él le debo mis mayores éxitos… Esto declaró el famoso galán de la pantalla con una franqueza que, desde luego, le honra, pero, si nosotros hemos de ser francos a nuestra vez, le diremos a él que la cosa no nos pilla nada de nuevas. Siempre habíamos estimado, manifiesta el escritor Julio Camba, que sus actividades dramáticas eran más propias de un devorador de solomillos que de un doncel enamorado y, cuanto más romántico lo veíamos, mayor negocio nos parecía que iba a hacer el carnicero. En realidad, añade Camba, yo no sé si hay algún galán cinematográfico en quien los apetitos sentimentales se encuentren lo debidamente diferenciados de los gastronómicos, para que pueda darle a cada uno su expansión propia, pero dificulto mucho que lo haya, y ello, después de todo, es perfectamente explicable. Cuando un hombre se pasa lo mejor de la vida pensando románticamente en el bisté con patatas, sus músculos faciales adquieren un automatismo especial y, cualquier otro pensamiento romántico que estos músculos sean llamados a expresar después, lo expresarán, inevitablemente, como un pensamiento alimenticio.

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