martes, 7 de abril de 2020

Cuando Lluís Companys destruyó la industria automovilista española



La primera inversión del rey Alfonso XIII en la industria automovilística fue en la Hispano-Suiza, fundada en Barcelona el 15 de junio de 1904 con un capital de quinientas mil pesetas. Baltasar de Losada y Torres, conde de Maceda y consejero de la sociedad, era amigo personal del monarca y fue el intermediario y depositante de parte de sus acciones desde 1910. Otro consejero, Enrique G. Careaga, era su asesor financiero y le representaba en el Banco de Madrid y en la Hispano-Suiza de Francia, donde Alfonso XIII poseía 3.060 acciones. Pero la trayectoria radiante de la Hispano-Suiza se eclipsó a partir del 7 de diciembre de 1935, tras fallecer su director, Damián Mateu, el gran artífice de la consolidación del milagro automovilístico en España. Su hijo Miguel le sucedió al frente del negocio en un ambiente prebélico muy desfavorable que desembocó en la Guerra Civil, durante la cual la Generalidad de Cataluña colectivizó y nacionalizó las fábricas mediante un decreto firmado por Lluís Companys, que puso la gestión empresarial en manos de los comités de trabajadores. Cierto día irrumpió el comité revolucionario en la Hispano-Suiza para asesinar a su administrador, Manuel Lazaleta, y perseguir a muerte a quienes no eran izquierdistas. Los consejeros de la compañía lograron cruzar la frontera, exiliándose en Francia. Poseer un Hispano-Suiza durante los años veinte y primera mitad de los treinta era motivo de gloria no solo para Alfonso XIII. Otros reyes, como Carol de Rumanía o Gustavo de Suecia, también presumían de conducir un modelo de la misma marca. Igual que el príncipe de Mónaco, el gran duque Dimitri de Rusia o los magnates Rotschild, Thyssen y Vanderbilt. Artistas de moda, como Josefina Baker o el inefable Pablo Picasso disponían de otros Hispano-Suiza para lucirlos en grandes o pequeñas ocasiones.

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