miércoles, 5 de febrero de 2020

Un mero recital de hechos no es historia



Un mero recital de hechos no es historia, ni siquiera si se les añaden hipótesis científicamente comprobables; sólo sirve su ubicación en la textura concreta, opaca en ocasiones, pero continua, rica, plena, de la vida real, en el continuo intersubjetivo, directamente reconocible, de la experiencia, dice Isaiah Berlin. Pero estas ideas son tan difíciles de formar, añade Isaiah Berlin, tan subjetiva parece también una sucesión de enfoques, que existe una tentación natural de evitarlas por parte de los historiadores que se toman en serio su tarea, o, al menos, de reducirlas al mínimo. De ahí el alegato de aquellos investigadores austeros que declaran que establecer que el buen rey Dagoberto o el emperador León Isaurio fallecieron tal o cual día de tal o cual año, por trivial o tedioso que pueda parecer, es establecer un hecho firme, algo que los investigadores del futuro no se verán obligados a descubrir de nuevo, un sólido sillar en el templo del saber; mientras que un intento de analizar la mente medieval, de aportar una descripción tan vivida de alguna parcela de la sociedad franca o bizantina que haga posible que el lector se adentre en ella de forma imaginativa, es, en definitiva, una mera conjetura y periodismo, una fantasía coherente, concebida, tal vez, en términos modernos irrealizables que probablemente dará paso, en una fecha no muy distante, a alguna otra interpretación no menos arbitraria, que refleje todos los intereses y temperamentos de los nuevos intérpretes; ni historia ni ciencia, una pieza de expresión caprichosa, agradable, incluso fascinante, pero no ciencia, solo arte.

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