viernes, 7 de febrero de 2020

El Imperio Romano concedió amplia libertad para viajar y para comerciar


*Disponiendo de un ejército para protegerlo y de una burocracia para administrarlo, el Imperio Romano concedió amplia libertad para viajar y para comerciar; no había barreras de raza, ni ningún género de aranceles, salvo derechos de puerto. Como dijo Plinio el Viejo: “El poder del Imperio romano ha hecho que el mundo pertenezca a todos; el intercambio de mercancías y la participación en las bendiciones de la paz han favorecido al género humano”. Los correos imperiales, que se preocupaban más de la seguridad que de la velocidad, recorrían unos Imperio Romano 76 kilómetros al día. El recorrido de Roma a Alejandría era un viaje de unas tres semanas; un mercader tardaba alrededor de un año en ir a la India y volver, incluyendo el tiempo para descargar y cargar. Los productos de los países eran asequibles para todos. Las materias primas de las provincias septentrionales (minerales, maderas, cueros) se transportaron por el Mediterráneo, hasta que estas provincias establecieron talleres propios. La alfarería de Galia y Alemania acaparó el comercio de la alfarería italiana. El vidrio se fabricaba en Tiro y en Egipto, pero pronto se manufacturó también en Normandía, desde donde se enviaba a Alemania y a Britania. En el Oriente, Alejandría unía los países del Mediterráneo con el Egipto y el Lejano Oriente; el trigo, el granito, las sedas, el mármol, el marfil, los metales preciosos, el papiro y el lino se contaban entre los productos de Egipto. 


Las amplias carreteras romanas facilitaban el transporte de mercancías, tanto en bruto como manufacturadas, y los armadores explotaban las vías fluviales y marítimas. Estrabón, el geógrafo, declara que en un año salían para la India unos ciento veinte barcos. En la época de Adriano se llegó por mar hasta la China, y Marco Aurelio envió allí una misión comercial, de la cual existen pruebas en registros chinos. La historia del comercio y la exploración en los tiempos romanos, tanto en conjunto como en los detalles, es interesantísima. El ir y venir de personas era tan intenso como el ir y venir de mercancías. Soldados y mercaderes, funcionarios y empleados, turistas, estudiantes, filósofos y retóricos ambulantes, corredores de comercio, los correos de la posta imperial y de los bancos y las compañías navieras y otros muchos congestionaban las carreteras y las rutas marítimas.
*Reginald H. Barrow ha escrito obras de investigación, análisis, e historia.

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